H, Matamoros, Tamaulipas:

“Onda urbana”


Tangente
Por Oscar Díaz Salazar 
“El Tizoc” es el nombre actual, que nadie utiliza, del salón de baile que tres o cuatro generaciones de reynosenses han conocido (y visitado) como “El 65”.
El sesenta y cinco es un sitio de visita obligada para todo aquel varón – y una que otra dama - que presuma de ser reynosense, o para el visitante que pretenda afirmar que realmente conoció nuestra ciudad.
El sixti faiv es un templo de baile donde se reúnen los noctámbulos que disfrutan de las bebidas inspiradoras, además de mover el esqueleto propio y el cuerpo de la pareja elegida, al ritmo de la música viva.
El seis cinco es el sitio más concurrido de todos los antros, cantinas, burdeles, teibol dance, bares, similares y conexos de la zona conocida como “El Centralito” en la ciudad de Reynosa.
Las bailadoras del sesenta y cinco no fueron a las academias norteamericanas para aprender a contonearse con los ritmos de moda. Fue la necesidad, la habilidad innata y la practica en muchas noches de desvelo, lo que las convirtió en profesionales de la danza.
Varias de las mujeres del 65, algunas muy jóvenes y otras veteranas del oficio dancístico, sobreviven como pueden en la zona urbana, a la que con dificultades se han adaptado tras abandonar las zonas rurales en las que vivían. Para ellas lo urbano no es una onda, es un sitio hostil en el que diariamente luchan para subsistir.
Las “muchachas” del 65 son profesionales del baile. Se ganan la vida de esa manera, con ese oficio. La paga es instantánea y su éxito lo determina la habilidad para bailar, pero también influye mucho el vestuario que poseen, el arreglo personal y la buena condición física. Ellas no tienen un padre que las mantenga y las patrocine, solo un “padrote” que mantienen y que no permite que otros las maltraten, pues para eso está él mismo   
Las señoras del “sixty” bailan los ritmos gruperos, las melodías de moda, las de la nostalgia, la salsa y la cumbia de influencia caribeña y sudamericana. Sin entenderlo siquiera, mantienen viva la cultura musical y la dancística latinoamericana. Con sus cuerpos y sus talentos le ponen una barrera a la influencia cultural norteamericana. Ni por equivocación escuchará usted un break dance o un hip hop en el 65, nada de ondas urbanas o de ritmos que son ajenos a nuestra idiosincrasia y que afortunadamente son tan fugaces como nuestros gobernantes.
Su reputación sin duda alguna es mala, aunque muchas de ellas sean buenas personas. En el caso de la “onda urbana” si se puede decir que la reputación es dudosa,  pues sería muy malo que estuvieran lucrando con los recursos de los tamaulipecos.
A las artistas del 65 no les organizan giras por todo el estado, ni les pagan los honorarios de un grupo de bailarines para que las acompañen, ni les proporcionan escenografías, vestuario e iluminación. Si acaso cambian de escenario es para hacerle la lucha otro rato en “La copita” o el sitio que permanezca abierto después del cierre del sesenta y cinco.
Como no son hijas del poderoso en turno, ninguna autoridad las homenajea o entrega un reconocimiento… si corren con suerte, las invitará a cenar alguien del público o un cliente cautivado, por esa noche, con su arte.
Además de compartirles mi sentimiento de gratitud por el importante trabajo que realizan y mi reconocimiento a su talento, a las bailarinas del 65, quisiera expresarles mi duda y desconfianza sobre el valor artístico de la compañía de baile que dirige y es propietaria la señorita Angélica Torre Heftye.
Me gustaría saber quién paga las presentaciones de la onda urbana y su espectáculo “Broadwayland”, y si sus honorarios se cubren con recursos públicos, que nos informen a cuánto asciende la paga y con qué criterio se eligió ese “show” para integrarlo a la “papeleta” del Festival internacional Tamaulipas.
Reynosa, Tamaulipas a 5 de octubre de 2012
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Editores periodico frontera

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