Escenarios miguel de la rosa
“Amor, desde la sombra,
desde el dolor, amor te estoy llamando. Desde el pozo asfixiante del recuerdo,
sin nada que me sirva ni te espere. Te estoy llamando amor, como el destino,
como el sueño a la paz te estoy llamando, con la voz, con el cuerpo, con la vida, con todo lo que tengo,
con desesperación, con sed, con llanto como si fueras aire y yo me ahogará,
como si fueras luz y me muriera”. De
ésta manera comienza el poema, Amor, de la poetiza Uruguaya, Idea Vilariño,
nacida en Montevideo en 1920.
Desprendida de los reflectores, de la fama y de los
reconocimientos, más bien atraída por el anonimato que raya en la soledad, aún
así se engarza con las grandes poetizas de su tiempo; Juana de Ibarbourou y la
mismísima Delmira Agustini. Las tres, uruguayas y latinoamericanas, hicieron
eco de la pasión y el erotismo en las letras con el consabido desafió a sus
tiempos.
Y si bien, es el amor tema central con que Idea nos embiste
en sus poemas, también la muerte le atrae y a ella le canta en el final del
poema citado: “Desde una noche ciega desde el olvido, desde horas cerradas, en
lo solo, sin lágrimas ni amor, te estoy llamando como a la muerte amor, como a
la muerte”.
Traductora,
maestra de niños y crítica literaria, Idea es un ser sensible que desea el amor
sin buscarlo y más allá, espera que le fluya a sus pies para que la atrape y le
permita crear. Pero es en el erotismo descriptivo, ese que usa el lenguaje
cotidiano de la intimidad y que no busca ni encuentra valladares para expresar
lo que siente debe expresar, donde la Vilariño se consuma y se consagra, como
en el caso del poema, Si muriera esta noche: “Si muriera esta noche si pudiera
morir si me muriera si este coito feroz interminable peleado y sin clemencia
abrazo sin piedad beso sin tregua, alcanzara su colmo y se aflojara. Si ahora
mismo entornando los ojos me muriera sintiera que ya está que ya el afán cesó y
la luz ya no fuera un haz de espadas y el aire no fuera un haz de espadas y el
dolor de los otros y el amor y vivir y todo ya no fuera un haz de espadas y
acabara conmigo, para mí, para siempre y que ya no dolería y que ya no
doliera”.
Idea Vilariño escribe como si escribiera para sí misma.
Entonces se vuelve ensimismada, ajena a los acontecimientos que le rodean y
envuelta en esa libertad atroz, formula con rebeldía sus sentimientos. Su
lírica es producto de lo que ha vivido, vive o imagina vivir. Así, en el poema
Un huésped, nos trasluce un poco de ella misma: “No sos mío no estas en mi vida
a mi lado como comés en mi mesa ni reís ni cantás ni vivís para mi somos ajenos
tú y yo misma y en mi casa. Sos un extraño un huésped que no busca no quiere
más que una cama a veces. Que puedo hacer cedértela. Pero yo vivo sola”.
Y pudiera parecer una falta de ortografía la falta de
puntuación en sus poemas, pero es un estilo que ella repite, como para desafiar
a quienes anhelamos leerla y así someternos a soportarle, porque al final, todo
indica que le importara poco, o menos que poco, que le leamos.
Pero la vida
de una artista de este tamaño, no puede desasociarse de la calamidad, si es que
podemos permitirnos creer que el amor envuelto en tortuosidad puede llevar al
infortunio y a la calamidad. Por eso, cuando dos enormes exponentes de la
literatura universal se encuentran y el desparpajo del rocío del amor los
envuelve y ellos, ambos, se dejan y lo permiten, inician un confundido altar de
veneración hacia el amor de ida y vuelta, que se torna al paso del tiempo en un
sentimiento ajeno, pero cercano, doloroso, pero apabullante, de deseo y
ternura, arrebato y caricia.
Con Juan
Carlos Onetti, ese Uruguayo que conquistó las letras de oro de los grandes
literatos, vivió y vivieron un romance escabroso. Ella le dedicó el libro
Poemas de amor, donde, en actitud de sumisión en conspiración con una fuerte
dosis de humildad, le pone nombre y apellido a quien le inspiró esa creación:
Onetti.
Pero es el
destino quien los juntó y atrapó en una red de complicidades indefinidas y
lamentos permanentes. Entonces los reclamos van pero también vienen. Y ella le
escribe: “Ya no será/ ya no/ no viviremos juntos/ no criaré a tu hijo/ no
coseré tu ropa/ no te tendré de noche/ no te besaré al irme/ nunca sabrás quien
fui/ por qué me amaron otros./ No llegaré a saber/ por que ni cómo nunca/ ni si
era de verdad/ lo que dijiste que era/ ni quién fuiste/ ni que fui para ti/ ni
cómo hubiera sido/ vivir juntos/ querernos/ esperarnos/ estar./ Yo no soy mas
que yo/ para siempre y tú/ y / no serás para mí/ más que tú./ Y no estás/ en un
día futuro/ no sabré donde vives/ con quién/ ni si te acuerdas./ no me
abrazarás nunca/ como esa noche/ nunca./ no volveré a tocarte./ No te veré
morir/
El sólo
contestó que nunca sintió que ella estuviera enamorada de él.
La historia
sinuosa de Idea al lado de Juan Carlos, sólo ellos debieron conocer las intensidades
que permitieron la ruptura. De quién quiso más al otro reviste al paso del
tiempo de poca relevancia. Pero si el amor de Onetti permitió a Idea Vilariño
escribir: “Lo que siento por ti, tan doloroso como pobre luz de las estrellas
que llega dolorida y fatigada. Lo que siento por ti, y que sin embargo anda
tanto que a veces no te llega”…entonces, es una verdadera fortuna que se hayan
conocido.
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