H, Matamoros, Tamaulipas:

MATAMOROS DE AYER Y HOY


Lic. Luis Gerardo González Álvarez

JOSÉ VASCONCELOS CALDERÓN
28 DE FEBRERO DE 1882
30 DE JUNIO DE 1959

      Hola que tal amables lectores del Periódico Frontera  sin lugar a dudas queda muy a tono la relatoría de este gran personaje, dada la situación por la que estamos pasando después del proceso electoral de este domingo pasado, y digo a tono por que este 30 de junio se cumplió el 53 aniversario luctuoso de un personaje que sin lugar a dudas dejo un legado y una huella imborrable para nuestro México.
      Hablar de José Vasconcelos es hablar de toda una gama de facetas en su vida pero la más destacada, considero yó, fue la perseverancia que tuvo para llegar a ser presidente de la república, otra obra que dejo una marca profunda en la vida cultural mexicana su doctrina filosófica, lo caracteriza como cercano a Arthur Schopenhauer y Miguel de Unamuno. El humanismo vasconcelista tiene perspectiva vivencial en su monumental serie autobiográfica Ulises Criollo (1935), La tormenta (1936), El desastre (1938), El proconsulado (1939) y La Flama. Los de Arriba en la Revolución. Historia y Tragedia (1959). La Raza Cósmica (1925) adelanta la más poderosa crítica hasta ahora del racismo con el que, desde el siglo XVI, se ha tratado de justificar la sumisión de los pueblos de América Latina frente a Europa y la América sajona. Se trata en su conjunto de una obra que ha sido influyente para la conformación del pensamiento filosófico, humanista y político en Latinoamérica, que recorrió y cultivó intelectualmente como se atestigua en las narraciones de “La raza cósmica”.

    Vasconcelos, hombre de gran capacidad intelectual ensombreció, empero, su propia imagen al escribir su autobiografía, en la que criticó a muchos personajes de la revolución y de la política mexicana que fueron más exitosos que él. Las alusiones personales a gente trascendente de su época, con apodos que la ridiculizaba, empobrecen la obra de Vasconcelos.
CANDIDATO PRESIDENCIAL
En el año de 1929 apoyado por algunos de los más lúcidos intelectuales y artistas de la época, como Antonieta Rivas Mercado, Gabriela Mistral, Manuel Gómez Morín, Alberto Vásquez del Mercado y Miguel Palacios Macedo, Vasconcelos desarrolló una ambiciosa campaña electoral que despertó las ilusiones de muchos.
Eso lo llevaría a enfrentarse al candidato de Calles, Pascual Ortiz Rubio en una desigual campaña que recordó a muchos la que Madero desarrolló en 1909 contra Porfirio Díaz, no sólo por el apoyo del aparato del Estado al candidato Ortiz Rubio, sino también por la violencia que muchos vasconcelistas debieron padecer en carne propia. En campaña acaece el asesinato de líderes vasconcelistas emprendido por diputados y asesinos de paga disfrazados de policías; el propio Vasconcelos sobrevivió a varios atentados en su contra. El mismo día de las elecciones se abre fuego contra los votantes en diversas poblaciones del país.
Los resultados oficiales de la elección arrojan un 93 por ciento de los votos para Pascual Ortiz Rubio y el resto para Vasconcelos y otros. Los resultados, sin valor alguno para la mayoría de los historiadores del periodo, dejaban ver--sin embargo--el claro mensaje que Calles y su grupo enviaban a Vasconcelos: no se respetarían elecciones democráticas, sino sucesión presidencial previamente acordada por el jefe de Estado, lo que se convirtió en modelo político mexicano tocante al tema de la sucesión presidencial a lo largo del siglo XX. Para muchos de sus seguidores, como Miguel Palacios Macedo, José Vasconcelos sería recordado como el político más grande de México.

Frente a los resultados, Vasconcelos buscó reproducir el patrón seguido por Madero 20 años antes, invitando a la población a sumarse a una revolución a través del Plan de Guaymas, la cual al triunfar lo llamase para tomar el lugar que merecía, porque él se exiliaba a los EE.UU. El llamado a la insurrección fue desoído por una sociedad mexicana cansada de poco más de 10 años de guerras civiles (siete de la Revolución Mexicana y tres de la cristiada) y comprada por una estabilidad forzada con el agregado de enfrentar los efectos devastadores de la crisis global de 1929. No sólo eso. Para Vasconcelos implicó el inicio de un doloroso, pero altamente productivo, exilio por Estados Unidos y Europa, que le permitió dedicarse de lleno al análisis filosófico (lo que le permitió adentrarse en el análisis del pensamiento filosófico hindú), a escribir su monumental autobiografía, un referente obligado para comprender el México del siglo XX.
APÓSTOL DE LA EDUCACIÓN
Fue rector de la Universidad Nacional del 9 de junio de 1920 al 12 de octubre de 1921, su espíritu iberoamericano, expresado en su obra literaria, queda también reflejado en la propuesta al Consejo Universitario, en abril de 1921, del escudo que la UNAM ostenta hasta la fecha y en el que plasma su convicción de que los mexicanos deben difundir su propia patria con la gran patria hispanoamericana como una nueva expresión de los destinos humanos. La leyenda que propone para dicho escudo constituye hasta ahora el lema de la Universidad Nacional: Por mi Raza Hablará el Espíritu. “Yo no vengo a trabajar por la Universidad, sino a pedir a la Universidad que trabaje por el pueblo”. Estas palabras del discurso del rector Vasconcelos signan lo que fue su propósito en la rectoría de la UNAM.
Vasconcelos, un personaje carismático y capaz de entusiasmar a sus colaboradores, hizo de los maestros rurales un ejército de paz y de cada profesor, según su propia metáfora de raíz católica, inspirada en el sacrificio de los misioneros del período colonial, un apóstol de la educación.
SU BIOGRAFÍA
Nace en Oaxaca, 27 de febrero de 1882 y fallece en la ciudad de México el  30 de junio de 1959, fue un abogado, político, escritor, educador, funcionario público y filósofo mexicano, fue el segundo de los nueve hijos que procrearon  Ignacio Vasconcelos Varela y Carmen Calderón Conde. Particularmente importante para su desarrollo personal fue la oportunidad que tuvo de realizar estudios de educación primaria en escuelas ubicadas en la frontera entre los Estados Unidos y México, especialmente en la frontera entre Eagle Pass en Texas y Piedras Negras, Coahuila.  Luego de la prematura muerte de su madre, ingresó en la Escuela Nacional Preparatoria (actualmente parte de la UNAM) y posteriormente en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde obtuvo el título de licenciado en derecho en el año de 1907.
Fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de México y por las de Chile, Guatemala y otras latinoamericanas. Fue también miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua.
Murió en el barrio de Tacubaya, en la ciudad de México, el 30 de junio de 1959. Fue encontrado su cuerpo reclinado sobre el escritorio, en el cual trabajaba en una de sus últimas obras literarias: Letanías del atardecer publicada inconclusa póstumamente. Mereció, por sus cualidades de pedagogo y su decidido apoyo a la cultura latinoamericana, que la Federación de Estudiantes de Colombia lo nombrara Maestro de la Juventud de América, título que a menudo se abrevia como maestro de América.
Hoy México lo recuerda en su 53 aniversario luctuoso, su legado para nuestro país es basto, pero sobre todo mostró su férrea convicción por cambiar las reglas de la política en nuestro país.  
Hasta la próxima mi correo es archivo.mpal@matamoros.gob.mx
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Editores periodico frontera

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