H, Matamoros, Tamaulipas:

La otra cara de la verdad



Por: jaime sosa


En el primer taller de ética, hace 15 años, el enfoque y los problemas eran otros. Pero los valores y principios son los mismos. Entonces nos preocupaba encontrar y reflexionar sobre esos valores universales que singularizan al periodista en cualquier parte del mundo; y al comparar códigos de todas partes subrayamos la coincidencia en la verdad, la responsabilidad y la independencia; hablábamos de normas y, algunas veces de prohibiciones.
Era la ética de qué hacer cuando la conciencia profesional se encontraba frente a un desbarrancadero. Las reflexiones conjuntas con periodistas de todo el continente, aquí en Cartagena o en cualquier otro lugar, desde Washington hasta la Patagonia, ayudaron a profundizar aquella visión y descubrieron, más allá de la ética del hacer, la ética del ser. No se trata de averiguar fórmulas para resolver situaciones complejas, sino de cómo orientar la vida profesional, cómo ser un periodista de excelencia.
Y en eso estábamos cuando llegó internet, que planteó los mismos problemas e ideales éticos de los medios tradicionales, pero amplificados.
A riesgo de que me llamen otra vez, apocalíptico, mencionaré los problemas y después, también seré apocalíptico al enumerar las posibilidades éticas que abre internet. El apocalipsis no es solo la visión de las catástrofes, también es la revelación de un cielo y una tierra nuevos.
Decía que con internet los problemas no han cambiado, sólo se han amplificado. Si antes se decía que la ética periodística limita la libertad para informar, y que cada uno se pone la ética que mejor le venga, hoy es pensamiento común que el ciberespacio crea una inmunidad frente a lo ético.
En el pasado y hoy se ha librado en los medios la batalla entre la lógica comercial y la del periodista que informa como un servicio, pleito que en internet se acentúa con la comercialización de todo en un medio que se revela como un espléndido negocio. Esto convierte a la red en un territorio salvaje, sin leyes mínimas como lo comprobaron en Túnez en el 2005.
Cuando los asistentes que buscaban una legislación que protegiera tuvieron que concluir que no había legislación ni tecnología posible para ese control.
La diferencia no es mucha cuando los medios tradicionales hablan de negocios. Los medios tradicionales no son tan excluyentes como internet cuya aparición dio lugar a esa nueva categoría discriminatoria de los inforricos y los infopobres. También la crean los medios impresos con sus tabloides sensacionalistas para pobres, y sus diarios inteligentes y bien informados para los otros. Son los mismos problemas pero con diferente intensidad. Afirmación que vale cuando uno mira las posibilidades de internet desde el punto de vista ético.
Un pesimista anotó que el auge de los medios no fue una buena noticia para la ética. Quizás lo dijo cuando no se conocían las posibilidades de internet.
La mejor de ellas es la de convertir a todos los humanos en prójimos. Si la ética empieza cuando en el horizonte humano aparece el otro, la ética está viviendo su mejor momento con esta tecnología que suprime el espacio que separa a los humanos y los pone a la distancia de un clic. Fenómeno similar al que ocurrió cuando desde una nave espacial el astronauta pudo ver la tierra como una gran cuna azul que flotaba en el espacio.
Cuando la proximidad espacial o temporal deja de tener relevancia ética y es posible su presencia virtual, la responsabilidad hacia el otro se amplifica: se adquieren responsabilidades con el bienestar, con la dignidad y el respeto hacia los otros. Ya el otro está ahí con voz e imagen si es skype, en palabras si es twitter, chat o correo, y estando ahí no puede ser ignorado. Es él, con todo su poder de interpelación, con su requerimiento de respuesta, más allá de la esfera de la proximidad.
Adquieren así una vigencia amplificada los derechos y deberes sobre privacidad, información veraz, propiedad intelectual, respeto del buen nombre y de la fama. Anota Niceto Blazquez que “el simple encuentrocontacto-interaccion-interconexión con el otro en el ciberespacio implica por sí una relación que produce un acontecimiento ético moral e implica una responsabilidad con el otro.
La otra posibilidad ética de internet es la que aparece cuando esta tecnología acerca al hombre posible. Estoy citando al grupo de Oxford cuando se refiere al objetivo fundamental de la ética de la información que es el florecimiento de la infoesfera y de todos los presentes en ella, cita que debo a Ward Bynum.
Pero este grupo de Oxford a su vez es deudor de Aristóteles de quien viene la expresión. Según él, el objeto de la vida humana es florecer como ser humano, actuando de la manera que los humanos están equipados para ser.
Ese ser posible que habita en todo humano como en gérmen, florece, según el razonamiento aristotélico cuando razona de forma óptima. En nuestro tiempo, Norbert Wiener, matemático del MIT asegura que el objetivo básico de la vida humana es el florecimiento como persona y que vivir efectivamente equivale a tener la información pertinente. Sea válido o no ese esquema racional de lo humano, lo cierto es que en su estado óptimo el procesamiento de la información conduce al ser humano a sus más nobles acciones. Y es esta la posibilidad que abre internet como instrumento de la inteligencia que permite priorizar valores como la vida, la seguridad, el conocimiento, la felicidad, la paz o la libertad.
Siempre estuvo abierto el hombre a este mundo de los valores, pero nunca tuvo a su disposición instrumentos tan eficaces y poderosos para hacer posible su florecimiento como persona.
Y si la ética es el inventario de las posibilidades del ser humano, esto que llama Bynum la ética floreciente, es el argumento de fondo para creer que está a punto de darse una revolución copernicana en la ética.
Los elementos están dados: todos los seres humanos, esos referentes éticos, son prójimos; las posibilidades del hombre cuentan con un poderoso instrumento para la información y para el acercamiento, y como nunca las palabras y las acciones del ser humano cuentan con una resonancia universal, para bien o para mal.
Es, sí, la ética de siempre, pero amplificada, como si una poderosa lente de aumento nos dejara ver en todo detalle valores y conductas y objetivos. Esto crea un despejado campo para la utopía, que es el que se trata de explorar y proponer en el manifiesto ético que la fundación prepara.
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Editores periodico frontera

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