En 1979, siendo
Presidente de la República don José López Portillo, se llevaron a cabo las
elecciones intermedias para diputado federal. En aquellos años, los comicios
eran conducidos por el gobierno federal y el entonces Secretario de Gobernación
fungía como Presidente del Consejo Federal Electoral. Entonces, era común ver
las reuniones de este órgano electoral con este alto funcionario dirigiendo las
sesiones con los representantes de los partidos políticos reconocidos alrededor
de él.
La postulación
de los candidatos por el Partido Revolucionario Institucional, era verticalista
o cupular, mismo método que poco ha cambiado al día de hoy y con el apoyo y
complacencia del gobernador del estado de Guerrero, Rubén Figueroa, padre, se
postuló a Ulpiano Gómez Rodríguez al V Distrito. El caso es que el resultado de
la elección fue nulificado, por la enorme cantidad de irregularidades que se
presentaron durante la contienda. Fue un gran golpe para el Estado Mexicano y
para el PRI que el luchador social Ramón Sosamontes, del viejo Partido
Comunista Mexicano, le hubiera infringido una derrota a ambos.
El hecho de que
un distrito electoral federal se perdiera, no tenía ninguna relevancia, sólo
que en este caso, el V distrito electoral federal del Estado de Guerrero, con
cabecera el Tlapa, Guerrero, era donde había nacido la esposa de don José, la
señora Carmen Romano.
El escándalo fue
mayúsculo. Los medios de comunicación destacaron el hecho como algo sumamente
delicado para la figura e imagen de la presidencia de México y la ofensa mayor
hacia el PRI. Las diversas anomalías del proceso eleccionario quedaron atrás
para centrarse en lo que significaba que el distrito donde la primera dama
había nacido, se perdiera.
El Consejo
Federal Electoral antes de admitir que el candidato del PRI había perdido,
prefirió declarar la nulidad de las elecciones en ese distrito y decretó que se
llevaría a cabo una elección extraordinaria.
En esos años,
siendo yo Secretario de Acción Electoral del comité nacional del la Juventud
del PRI, fui convocado a un conclave de mayor altura en el Comité Ejecutivo
Nacional del PRI, mismo que fue presidido por Gustavo Carbajal Moreno. A todos
los responsables electorales de los sectores y organizaciones del PRI nos
reunieron en torno a Don Gustavo, quien era uno de los personajes más cercanos
al presidente de la república y cuyo enojo no podía esconder. Nos dijo que don
José estaba muy molesto y decepcionado de los priistas porque no pudimos ganar
el distrito natal de su esposa, la que por cierto, estaba abatida y amenazaba
con nunca regresar a su terruño por la pena que sentía.
La cara del
Secretario de Acción Electoral del CEN del PRI, Humberto Romero Cándano, quien
se jactaba ser muy amigo de don Gustavo, reflejaba la compunción de un niño de
2 años a quien se le quitó su sonaja preferida. Después de la perorata y antes
de salir sin despedirse de nosotros. Nos dijo: “Ahí los dejo con Humberto para
que se pongan de acuerdo. La elección se tiene que ganar cueste lo que cueste y
hagan lo que hagan. No le vayan a fallar al presidente porque si eso sucede, se
olvidan de sus carreras políticas”.
De forma
inmediata, el Lic. Romero Cándano, mandó traer unas cartulinas y se colocaron
para definir la estrategia. “Van a contar con todo lo que se necesita para
ganar. Desde helicópteros de la PGR, IMSS, CFE. Carros de CONASUPO, DICONSA y
LICONSA. Vayan a sus oficinas y me avisan que van a necesitar para que se gane
la elección”, nos dijo.
Ya en Tlapa, a
mi grupo nos mandaron en un enorme helicóptero de la SEDENA, a Metlatonoc,
región mejor conocida como La Montaña, por estar rodeada de cerros. De la
cabecera municipal a este pueblito, había una distancia abismal en cuenta al
confort. La ausencia de la modernidad se contrastaba con la de las ciudades
urbanas que conocía. Pero para colmo de males, la población llamada Yuvinani,
necesitaba que alguien con cierto nivel lo atendiera y sin preguntarme, fui el elegido.
El camino a esa
pequeña población fue al lomo de un burro manso y acompañado de 8 soldados. El
camino de 3 horas entre los enorme árboles centenarios me hizo pensar en el
atraso en que este país aún vive. Quizás la sombra constante por el intenso follaje
de las ramas de los árboles que impedían que el sol penetrara, me hicieron
recapacitar en la importancia de la energía eléctrica.
Al llegar a
Yuvinani, vi que mucha gente vivía aun en cuevas, que las mujeres estaban
despojadas de blusas y los hombres deambulaban en taparrabos, ¡ah! y que la
dieta alimenticia era a base de maíz. “Viven como en la prehistoria”, pensé. Me
lastimó ver que sólo el alcohol que sacan del maíz los ayuda a mitigar la pena
del atraso y la pobreza.
Ahora que veo en
la televisión que los tarahumaras o rarámuris como ellos se llaman, están en
las mismas condiciones en que vi a la gente de este pequeño población de
Yuvinani, de la región de La Montaña, en el estado de Guerrero, y que han
pasado 33 años y que nada ha cambiado, me dio más pena y tristeza.
Es lamentable
reconocer que por más que les lleven despensas, cobijas y algunas medicinas,
una vez que pase la noticia, todo quedará igual.
Por cierto,
“haiga sido como haiga sido”, el PRI ganó la elección extraordinaria.
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