POR: DANIELA MONTALVO.
Piedras gigantes, tranquilidad y aire puros
Para finalizar, me gustaría concluir con
una parte que para nuestro viaje fue una parte muy importante.
El viaje fue un poco improvisado, de la
nada surgió la idea y así nos fuimos, ya en el trayecto reservamos hospedaje en
el Hostal Mexiquillo, del cual poco averiguamos.
Llegando al Hostal un tanto cansados, nos
recibió un lugar diferente a lo que acostumbramos, de ambiente quizá un tanto
hippie, nos dieron nuestras habitaciones, individuales y pequeñas, pero con
todo lo necesario.
Lo mejor estuvo en los detalles, por las
noches la temperatura baja, a nosotros nos toco usar chaquetas, incluso
bufanda; pero dentro del lugar contamos con una chimenea súper linda, la cual
aprovechamos bastante bien, noche tras noche, prendimos lumbre, tranquilos,
descansando un poco antes de ir a dormir.
Las áreas comunes también estuvieron súper
lindas, había juegos de mesa, cartas, domino, televisión, internet, todo lo
necesario para pasar el rato.
La comida fue otra cosa (estaba incluida la
comida en la reservación), comida que nos pusieron en el plato, comida que
disfrutamos a morir y lo mejor es que nos servían varias veces, hasta que de
plano llenábamos.
Por parte del personal del hostal, nos
trataron increíble, las cocineras de verdad se aseguraron de satisfacer
nuestros estómagos y el guía (quien nos llevo a todas las paradas antes
mencionadas), se mostro muy paciente con nuestra nula condición física.
En resumen, Hostal Mexiquillo es una
excelente opción, que incluye un espacio seguro y cómodo para dormir, comida
sabrosa, guía conocedor de la zona y un ambiente cálido para descansar y luego
de pasear por los maravillosos lugares que la Reserva ofrece.
Un país tan
diverso y multicultural como México, para una vida resulta sin fin.
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Editores
Periódico Frontera de Tamaulipas
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