Por Mario A. Díaz
¿Y la impunidad, ‘apá?
- Pretenden copiar el modelo gringo, pero…
- Primero la impunidad, luego las leyes
- ¿Algún gobernante corrupto castigado?
- ¿Corrupción en E.U?... ¡Claro que sí!
MIENTRAS las tres
instancias de gobierno mexicanas no ataquen el grave problema que representa la
impunidad, de poco o nada habrán de servir leyes secundarias o reglamentos.
Lo anterior viene a
colación por la reciente aprobación del cabildo matamorense de la nueva
normatividad en materia de sanciones inherentes a la circulación vehicular.
Multas equivalentes
a varios salarios mínimos y la inclusión de nuevos motivos para infraccionar
contempla el nuevo reglamento vial que en
breve entrará en vigor en este puerto fronterizo.
Luego de haber sido
aprobado en el pleno del cuerpo edilicio, el documento solo está en espera de
la ratificación por parte del Congreso Local.
Vale la pena
precisar que la modificación y actualización del nuevo reglamento vial está en
marcha en los principales municipios de la entidad.
Al respecto, es
objetivo analizar algunos bemoles del nuevo reglamento de tránsito local que
muy pronto habrá de regular y sancionar el proceder de los automovilistas que
circulen por calles y avenidas de los municipios tamaulipecos.
De entrada, la
pregunta lógica es quién habrá de hacer cumplir la nueva normatividad en la
materia, tomando en cuenta que prácticamente han desaparecido las delegaciones
de tránsito local así como las policías preventivas, aquí, en el noreste
mexicano.
Asimismo, es
necesario analizar hasta dónde es correcto tratar de copiar algunos modelos
estadounidenses que tan buenos resultados arrojan allende el Bravo.
Justo ahí es
donde la reflexión cobra vida y surge la incongruencia.
Entre otras leyes
y reglamentos, el gobierno federal azteca ha copiado del poderoso país vecino
del norte, por ejemplo, la Ley Federal
de Transparencia de la Información
Gubernamental , el modelo de Testigo Protegido, los Juicios
Orales y la privatización de los Servicios Públicos, por citar algunos
ejemplos.
Las instancias
estatal y municipal, lo que ahora está de moda: el Reglamento Vial y el Bando
de Policía y Buen Gobierno.
Sin embargo, no es
con decretos ni con multas y sanciones como habrá de cambiar la cultura de los
mexicanos. Mientras en nuestro país no se ponga un freno a la impunidad, las
leyes y reglamentos más severos solo contribuirán a incrementar la corrupción.
Es decir, mientras
que la sociedad mexicana no sea testigo de castigos para funcionarios y
políticos corruptos, resulta prácticamente imposible que prevalezca la
confianza hacia los gobernantes.
Tan simple como
preguntarse cuántos presidentes de la república, gobernadores o alcaldes han
sido castigados por enriquecimiento inexplicable o explicable, según la óptica
con que se observe.
Las costumbres y
cultura mexicanas no pueden cambiar por decreto o con buenas intenciones. Es
imposible que en un trienio, una sociedad como la matamorense, por ejemplo,
asuma en nuestro país la responsabilidad que adquiere apenas comienza a
transitar por los puentes internacionales con rumbo a los Estados Unidos.
En el vecino país,
su modelo de aplicación de justicia y reglamentos les ha dado excelentes
resultados simple y sencillamente porque allá sí se aplica la ley. ¿Que hay
corrupción?, por supuesto que existe. No obstante, en el país más poderoso del
planeta no se tolera la impunidad. En otras palabras, el que la hace, la paga.
De ahí que, a
nivel local, todos los automovilistas conduzcan con el cinturón de seguridad,
no tiren basura en las calles, no manejen en estado de ebriedad, tengan
vigentes sus licencias de manejo y seguro de responsabilidades. También, que
todos los lugares en donde se expenden bebidas embriagantes cierren a las dos
de la mañana y no se venda licor ni cigarros a menores de edad.
Para hacer
respetar todo lo anterior no es necesario el patrullaje de soldados, marinos o
policías federales portando armas de alto poder y a bordo de unidades blindadas
y artilladas.
Es de todos sabido
que en Estados Unidos agredir a un policía municipal, estatal o federal es un
delito que el Tío Sam no perdona. En México, ya no son novedad las agresiones a
jefes militares o policiales de alto rango, sin que siquiera se identifique a
los responsables ni mucho menos se les castigue por el delito cometido.
Luego, entonces,
¿de qué sirven leyes y reglamentos severos si persiste la impunidad?
Y hasta la próxima.
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