Por Mario A. Díaz
¡Que
estupidez!
SIN dejar de
reconocer la habilidad del presidente ENRIQUE
PEÑA NIETO para sacar adelante las reformas constitucionales en materia de
educación, comunicación, hacendaria y energética, lo cierto es que en lo que
respecta a seguridad pública, el mandatario no ha respondido a la expectativa
que generó a lo largo de su campaña proselitista.
En efecto, el Jefe
del Ejecutivo Federal, a través del Pacto Por México, logró llevar a la mesa de
negociación a las tres principales corrientes partidistas en el país y
aprovechar a las mil maravillas las “bisagras” en que se convirtieron los
partidos Acción Nacional y de la Revolución
Democrática.
Sin embargo, tal
parece que a PEÑA NIETO le interesa más la privatización de Petróleos Mexicanos,
para satisfacer la demanda intereses económicos extranjeros, que brindar la
seguridad que merecen los mexicanos.
En ese contexto,
en contra de lo que se esperaba, México sigue siendo una nación insegura en gran
parte de su territorio, como consecuencia de las acciones del crimen
organizado.
Los sectores
productivos y las instancias gubernamentales de los tres niveles, en muchos de
los casos, están sujetas a lo que ordenen los diferentes grupos delictivos que
operan gracias a la corrupción y la impunidad.
El sometimiento de
los maestros, la captación de nuevos contribuyentes, el control de medios
electrónicos de comunicación, qué bueno. Si la reforma energética dará como
resultado que bajen las tarifas de la Comisión Federal
de Electricidad y el precio de la gasolina, qué bueno. Sin embargo, lo que el
presidente de México no debe olvidar es que los ciudadanos aztecas, antes que
todo lo anterior, merecen y exigen que cesen los asaltos carreteros, las extorsiones,
el pago por derecho de piso, secuestros, etc., etc.
A un año de haber
iniciado su sexenio la situación no ha cambiado y sigue por lo menos igual
comparado con los mandatos constitucionales de VICENTE FOX y FELIPE CALDERON.
Salvo, claro está,
el hartazgo de los michoacanos que, formando grupos de autodefensa, decidieron
enfrentar al grupo delincuencial que mantenido en jaque a los pobladores y
gobierno de esa entidad federativa.
Estará por verse
si los responsables de las fuerzas de apoyo en esa latitud mexicana logran
resistir las amenazas y los intentos de corrupción que seguramente ejercerán
los desterrados.
La falta de una
estrategia clara y precisa del gobierno federal para enfrentar a la
delincuencia organizada impide el avance en esa materia.
Dejar que soldados,
marinos y policías federales intercambien disparos con individuos fuera de la
ley utilizando las calles mexicanas como campos de batalla no es un plan que
genere resultados tangibles y sí, en cambio, daños colaterales con gente
inocente.
A nivel doméstico,
cuestión de recordar la trágica muerte de un matrimonio residente en este
puerto fronterizo que tuvo la mala suerte de estar en el lugar y hora
equivocados.
En el fatídico
cruce de las avenidas Mexicali y Virgilio Garza Ruiz, la persecución de
elementos del Ejército Mexicano a un presunto delincuente ocasionó el mortal
accidente.
Si los militares o
los maleantes son los responsables, el asunto es lo de menos. Lo importante es
que dos inocentes más se suman a la larga lista de víctimas que deja como
resultado una pésima estrategia para combatir a los cárteles de la droga.
El “topón”, como se
dice en al argot policiaco, es el único plan de las fuerzas federales de apoyo.
Por cierto, por si
sirve de consuelo para los mexicanos, en Brownsville, Texas, la semana pasada,
un matamorense fue acribillado a tiros en la comunidad conocida como Milpa
Verde. Los sicarios, por confusión, le descargaron una ráfaga de AK-47 que en
realidad debió ser para un familiar cercano.
Así las cosas en el
norte mexicano y sur estadounidense.
Ni hablar.
Y hasta la próxima.
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