Por: Jaime Sosa
El PRI vuelve a demostrar que la naturaleza que le dio origen
(gobernar desde el poder), sigue tan vibrante como el día de su fundación. El
próximo domingo 3 de marzo este partido festejará 84 años de vida. A la fiesta
han sido invitados más de 5 mil delegados. El evento no se celebrará en
Oaxtepec o, en el Palacio de los Deportes. Las huestes obreras y campesinas que
aún enorgullecen a este instituto han sido convocadas al burguesísimo Centro
Banamex.
Argumentan que tal recinto ofrece mejor seguridad para el
Presidente de la República ,
pero también resulta perfecto para la puesta en escena de las decisiones que
ahí habrán de tomarse.
Ya es lugar común insistir que Enrique Peña Nieto y su círculo
de poder tienen obsesión con los rituales. No hay detalle que se les escape a
la hora de montar espectáculo, y este aniversario del tricolor merece más
esmero que muchos otros eventos.
La fecha ha sido varias veces utilizada para construir y
fortalecer liderazgos. Fue un 6 de marzo de 1994, que Luis Donaldo Colosio
pronunció su famoso discurso “Yo veo un México…” y será el próximo domingo 3 de
marzo que Enrique Peña Nieto brindará también una pieza oratoria, para imprimir
un sello propio sobre el partido que le llevó al poder.
A diferencia de otros tiempos, hoy los priistas no están para
condescender con la semiótica popular. El lugar elegido para su festejo no es
el único de los signos. Se suman al ritual las reformas a sus documentos
básicos, que ese fin de semana serán discutidas; concretamente las que
tienen que ver con imponer el I.V.A a medicinas y alimentos y promover la
inversión privada en la industria energética.
Peña sabe que para cumplir con dos de sus compromisos
principales de campaña, (reformas fiscal y energética), primero tendrá que
contar con el aval de todos los suyos. Luego vendrá la muy difícil tarea de
convencer o confrontar al resto de la oposición.
El Presidente llega al evento priista con una gran fortaleza y
un liderazgo ya sin disputa; no sólo porque devolvió al PRI al Palacio
Nacional, sino por la extensa red de gobernadores, diputados, senadores,
presidentes municipales y demás base social que constituyen hoy su principal
sustento de poder.
Difícilmente habrá quien se oponga a las iniciativas
presidenciales dentro de las filas del tricolor. Ni siquiera las voces más
nacionalistas se atreverían a contestar la reforma a los documentos básicos de
su partido.
Situado en la oposición, ayer el PRI logró oponerse a los
cambios propuestos por Acción Nacional, pero ahora que el poder sonríe de
nuevo, aquella terquedad resulta un lujo onerosísimo.
Otros partidos menos elásticos enfrentarían polarización y
también dislocamiento, si trataran de reformarse a propósito de alguno de los
temas citados, pero en el caso del PRI el problema es menor, y es que entre las
propiedades del metal priista, la ideología no llega a ser razón suficiente
para la división, siempre y cuando gobernar desde la presidencia sea la bandera
que unifica.
En su aniversario número 84, el PRI goza de las mejores condiciones
para mantenerse cohesionado: De nuevo el árbitro de sus disputas vive en Los
Pinos, gobierna la mayoría de los Estados y los municipios, controla parte
amplia del presupuesto y tiene una nómina grande capaz de seducir a todo aquél
que experimente la tentación de disentir.
El PRI fue fundado el 4 de marzo de 1929, bajo el membrete del
Partido Nacional Revolucionario, con el objeto explícito de unificar a todas
las fuerzas que, dispersas y fragmentadas, se arrebataban al Estado mexicano.
Fue Plutarco Elías Calles quien lo imaginó y lo hizo a partir de la obra previa
de Álvaro Obregón. No sobra recordar que Enrique Peña Nieto dedicó su tesis de
licenciatura justamente a estudiar este periodo histórico.
La actuación de aquellos políticos sonorenses servirá
probablemente como inspiración para el discurso que habrá de escucharse en el
Centro Banamex, durante la mañana del próximo domingo 3 de marzo.
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