H, Matamoros, Tamaulipas:

Escenarios‏


Delmira Agustini… enorme poeta fugaz
Por :  Miguel de la Rosa
            Nadie puede morir a los 28 años sin considerar que su permanencia en el mundo fue fugaz y más, si el talento rebasa los confines de lo posible. Este es el caso de Delmira Agustini, poeta uruguaya que consolidó el género del modernismo en los albores del siglo XX.
            Y si estamos de acuerdo con el padre del psicoanálisis, Sigmundo Freud en que la infancia es destino, es en esta precisa etapa de la vida de la poeta, donde potencializa su capacidad de crear poesía y transmitir su idea del amor anhelado, inconcluso,  que a la larga quizás le provocara su muerte inesperada y absurda.
            Delmira nace para ser poeta y, a crear poesía se dedica desde temprana edad. “La Nena”, como le decían en la intimidad del hogar, delinea que es poesía en su poema ¡Poesia!: “¿Y yo quién soy, que en mi delirio anhelo alzar mi voz para ensalzar tus galas? ¡Un gusano que anhela ir hasta el cielo! ¡Que pretende volar sin tener alas!
            Las costumbres de su época le obligan a permanecer en los límites del cuidado materno al extremo y para su infortunio, las alas de la libertad las atrae en el matrimonio. En su mente, se creo la idea del amor perfecto y lo define con poderío en su magno poema Amor: “Yo lo soñé impetuoso, formidable y ardiente; hablaba el impreciso lenguaje del torrente; era un mar desbordado de locura y de fuego. Rodando por la vida como un eterno riego.”
            Su creación literaria es apretujada e insuficiente para lo que pudo crear. Sin embargo, alcanzó a ser reconocida por los grandes intelectuales y pensadores de su país y por el gran poeta nicaragüense Rubén Darío. Es en la dedicatoria de uno de sus libros, en que el poeta la compara con Santa Teresa y llega a escribir, que después de la santa, ella es la única que ha escrito por la mujer.
            La poeta se entrelaza con la idea de un hombre más allá de lo común. En su mente existe la creación de un varón fuera de serie en contraste del superhombre de Federico Nietzche y más se ahonda en Safo, porque al igual que la poetiza griega de 700 años a.c.,  da rienda suelta al amor sin las barreras que implican los sexos.
            Es imposible concebir la poesía de Agustini sin abordar el erotismo. Entonces, la sensualidad rodeada de espiritualidad es arranque y fin de la escritura. Y es en su poema Otra Estirpe, en el llamado a Eros, Dios inspirador del erotismo, donde lo certifica: “Eros, yo quiero guiarte padre ciego…pido a tus manos todopoderosas, ¡su cuerpo excelso derramado en fuego, sobre mi cuerpo derramado en rosas!
            Es impensable entender a Delmira Alfonsini, sin considerarla adelantada a su tiempo. El desafío a su espacio provoca consternación en sus contemporáneos, pero la limpieza al abordar los temas tabúes de su época, la sumergen en el mar de reconocimiento de quienes le han leído.
            Su proximidad con el amor, lo ejerce a hurtadillas de su madre. Su falta de roce con la mundanidad le inhiben conocer a cabalidad a quien habría de desposar. Los temas tratados por la poeta, le habrían de herir y crear un mundo fantasioso donde sólo ella cabía. El rompimiento con el esposo apenas a los 52 días de casada, le provocaron crear el poema La ruptura, donde explica. “Érase una cadena como un destino. Sacra como una vida, sensible como un alma; la corté con un lirio y sigo mi camino. Con la frialdad magnifica de la muerte…con calma. Curiosidad mi espíritu se asoma a su laguna. Interior, y el cristal de las aguas dormidas, refleja un Dios o un monstruo enmascarado”.
Entonces, la muerte ronda. La tragedia se acerca a ella sin que lo advierta. Lo enfermizo del consorte es desapercibido y en una relación que permanece, a pesar de la separación, va dando el ambiente propicio para la desventura. Es en un cuarto, entre 4 lúgubres paredes donde Delmira recibe 2 balas que le arrebatan la vida y  después, el esposo también atenta contra la suya. Y como presagio llegó a escribir en su poema Lo Inefable: “Yo muero extrañamente...no me mata la vida, no me mata la muerte, no me mata el amor, muero de un pensamiento mudo como una herida…”
            Y si las estatuas, cirios y velas llegan a ser tema recurrente de inspiración para su escritura, es el amor lo que Delmira realmente anhela. Se define en su poema La Serpentina donde extrae lo cíclico de su pensar: “En mis sueños de amor. ¡yo soy serpiente! Gliso y ondulo como una corriente; dos píldoras de insomnio y de hipnotismo son sus ojos; la punta del encanto es mi lengua… ¡y atraigo con mi llanto! Soy un pomo de abismo”.
            En un intento por quitar la línea imaginaria entre el amor y la vida, escribe en su poema Vida, lo que considera un imposible: “¿Cómo dejarte? -¡Vida!-. Cómo salir del dulce corazón hospitalario y pródigo como una patria fértil? Si para mí la tierra, si para mí el espacio, ¡todos! ¡son los que abarca el horizonte puro de tus brazos!... ¡Si para mí tu más allá es la muerte, sencillamente, prodigiosa”.
            La ausencia prematura de Delmira Agustini, nos privó de una producción literaria mirífica. Siempre que muere con anticipación un ser humano, queda lo pesado de que debió vivir. Sólo que la grandeza de Delmira, quizás sirva para entender que en su misma muerte, infausta e invalida, nos permitió recordarla para siempre.
Compartir en Google Plus

Editores periodico frontera

0 comentarios: