La inspiración
de cualquier poeta o poetiza, suele reflejar las profundidades de sus
sentimientos. Cuando el bardo toma la pluma y escribe, emergen los reconcomios
que nos permiten conocerlos mejor.
Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo, nació
en un hogar de la clase media y pasó, como marcan los cánones del buen poeta,
por las penalidades propias de este segmento social. Apenas a los 9 años,
pierde a su padre y la necesidad se le aparece y al parecer, lo marca. Con
bromas, el poeta dice que su papá le aligeró la profesión al cortar el apellido
a Nervo, el cual considera que bien rima para la poesía.
El plectro que lo estimula suele ser
la melancolía. Y en el poema Hermana Melancolía, expresa el valor de la
nostalgia: “En el convento vivía una monja que pasaba por santa y que se
llamaba la Hermana
Melancolía : fruto de savia tardía que olvidó la primavera, su
rostro de lirio era y sus pupilas umbrosas, dos nocturnas mariposas de ese
lirio de cera”.
La evolución del poeta nacido en
Tepic, ahora Nayarit y antes Jalisco, la fermenta en la cuidad que todo poeta
debe conocer: París. En esas latitudes, conoce al ilustre poeta nicaragüense,
Rubén Darío, quien a la par, lo inserta en la corriente modernista.
Ya refinado de la exquisitez
escribió varios libros que permiten sea conocido y reconocido allende las
fronteras de Latinoamérica. Así, a pesar de escribir un excelso poema que
tituló Cobardía, refleja aún más, ese sentido de ser menos de lo que se puede
ser: “Pasó con su madre. ¡Que rara belleza! ¡Que rubios cabellos de trigo
garzul! ¡Qué ritmo en el paso! ¡Que
rara realeza de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul…! Para terminar con el
repetido canto a la aflicción: “…pero
tuve miedo de amar con locura, de abrir mi heridas que suelen sangrar. ¡Y no
obstante toda mi sed de ternura, cerrando los ojos, la dejé pasar”.
Además de la poesía, Nervo escribe
cuento y ensayo. Su obra “El Bachiller”, creada en su juventud, le permite ser
conocido por primera vez. Sus autobiografías
descubren su etapa de estudiante en el seminario y la marca que le dejan
las paredes silenciosas, oscuras y solemnes, dieron pie a
ensanchar su producción poética. Es como nace su libro Místicas, donde vacía su
sentir devoto. En el poema Gótica, bien describe su paso por esos lares:
“Solitario recinto de la abadía; tristes patios, arcadias de recias claves,
desmanteladas celdas, capilla fría de historiados altares, de sillería de
roble, domo excelso y oscuras naves”.
En la propia historia de Amado
Nervo, el amor se le aparece de repente y sin que lo buscara. Ana Cecilia Luisa
Dailliez, habría se convertirse, aparte de su esposa y compañera por 10 años,
en su musa. En ella, se predispone a aceptar al amor, como fuente de su
felicidad. Pero la crueldad de la vida le arrebató a Ana Cecilia y en
reciprocidad, le dedica el celebérrimo poema La Amada Inmóvil , en
cuyo ofertorio, sintetiza el profundo dolor que siente con la ausencia de la
amada: “Dios mío, yo te ofrezco mi dolor: ¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!
Tú me diste un amor, un sólo amor, ¡un gran amor! Me lo robó la muerte y no me
queda más que mi dolor. Acéptalo señor: ¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte! Es
en el poema; Mas que yo mismo, donde expresa la terrible intensidad del amor
que le tuvo: “¡Oh vida mía, vida mía, agonicé
con tu agonía y con tu muerte me
morí. De tal manera te quería, que estar sin ti, es estar sin mi”.
En varias autobiografías que
redactó, reconoció que realmente no tenía una vida que valiera la pena contar y
por tal motivo, consideraba que escaseaba de una historia digna de sí mismo.
Luego comparó su misma existencia al gran poema Este era un Rey de Juan de Dios
Peza, donde se narra que a un Rey, nunca le pasa nada. Y para deleitarlo, lo
plasmó en un pequeño verso: “Ahí están mis canciones, allí están mis poema: yo,
como las naciones venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada, no tengo
historia: nunca me ha sucedido nada”.
Es en el poema A Kempis, donde se
proyecta asociado a la vida incólume del beato alemán, Thomas Kempis. En la
ejemplar vida de este personaje, en la humildad prevista en todas sus acciones
y en su afán inmenso de expandir la rectitud de su pensar, él mismo concibe adorar la imitación de
Cristo y que sufre al no acercarse a ello: “¡Oh Kempis, asceta yermo, pálido
asceta, que mal me hiciste! ¡Ah muchos años que estoy enfermo, y es por el libro
que tu escribiste!”
Amado Nervo viajó e incursionó en el
mundo de la diplomacia. Amigos de grandes escritores y fue un gran productor de
obras literarias, que el mismo Alfonso Reyes mandó compilar y publicar después
de su muerte.
Al morir en Uruguay en una misión
diplomática, sus restos fueron traídos a su patria con honores apoteóticos y
ahora descansa en la Rotonda
de las Personas Ilustres.
En el poema En Paz, abrevia la
tranquilidad con que vivió y con la dignidad con que murió: “Amé, fui amado, el
sol acarició mi faz. ¡Vida nada me debes, vida, estamos en paz!”
Aunque tenue, Amado Nervo vivió
intensamente a los ojos de los demás.
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