H, Matamoros, Tamaulipas:

Nicolás Guillen…el poeta del son.


         
           Nicolás Guillen le dedica su poesía a su raza, la de color oscuro, de piel quemada, traída desde lo lejos, atravesando el mar a poblar la isla del caribe, pero también a servir al amo, a ser su esclavo… él es el poeta cubano Nicolás Guillen.

            A pesar de haber nacido en una provincia de la isla de Cuba, alejado de los avatares de los temas citadinos, adquiere o más bien, potencializa su inconformidad a la discriminación de quienes ostentan las mayorías del color natural de paisanos isleños, ni blanco ni negro, sino la síntesis de ambos y que la bondad de la cercanía permitió que se diera: el mestizo. Y al inicio de sus afanes poéticos, Guillen es considerado el poeta de Cuba y así empieza a ser reconocido por plasmar en sus escritos, el sentido onomatopéyico del hablar cubano. En el libro Los motivos del son, que por cierto lo sacaría del anonimato, nos lega el formato lingüístico y el intento bien cumplido del hablar cubano, sin omitir ciertas características de las conductas machistas del arquetipo del hombre latinoamericano. Es en Negro Bembón, que nos dice: “¿Po qué te pone tan bravo, cuando te dicen negro bembón, si tiene la boca santa, negro bembón? Bembón así como ere tiene de tó; Caridá te mantiene, te lo da tó”. Y se extiende en el armonioso Mulata: “Yo ya me enteré mulata, mulata ya sé que dice, que yo tengo la narise,  como nudo de cobbata”.

En el poema Balada para mis dos abuelos, demuestra su eclecticismo racial per se, porque ve, o quiere ver, tanto el abuelo negro como al abuelo blanco, ser del mismo tamaño con respecto a las estrellas. Y así lo dice: “Sombra que sólo yo veo, me escoltan mis dos abuelos. Lanza con punta de hueso, tambor de cuero y madera: mi abuelo negro. Gorguera en el cuello ancho, gris armadura guerrera: mi abuelo blanco”.  Y al terminar sostiene. “Los dos las fuertes cabezas alzan; los dos del mismo tamaño, bajo las estrellas altas; los dos del mismo tamaño, ansia negra y ansia blanca, los dos del mismo tamaño, gritan, sueñan, lloran, cantan”.

            La resistencia permanente hacia las injusticias son reiteradas en el transcurso de toda su vida y exclamarlo se torna un imperativo, entonces, escribe España, poema en cuatro angustias y una esperanza, donde al igual que Neruda, define a la España rota y acusa a los falangistas de asesinato cruel de su amigo, Federico García Lorca. A partir de ahí, adquiere notoriedad universal cuando señala las atrocidades de los militares al estallar la guerra civil española. En estos poemas, grita envuelto en el silencio de la palabra escrita: “¡Miradla, a España Rota! Y pájaros volando sobre ruinas, y el fachismo y su bota, y faroles sin luz en las esquinas y los puños en alto, y los pechos despiertos, y obuses estallando en el asfalto sobre caballos ya definitivamente muertos; y lágrimas marinas, saladas, curvas, chocando contra todos los puertos y gritos que se asoman a las bocas y a los ojos coléricos, abiertos, bien abiertos, miradas de metales y de rocas”. 

            Pero más allá de sus expresiones ideológicas de un hombre de izquierda, la muerte y el amor, son temas que, como buen poeta, nunca suelta. En el poema A veces nos demuestra su capacidad de despojarse de la política, para centrarse en la expresión lírica del amor, pero también de la muerte: “A veces tengo ganas de ser cursi para decir: La amo a usted con locura. A veces tengo ganas de ser tonto, para gritar: ¡la quiero tanto! A veces tengo ganas de ser niño, para llorar acurrucado en su seno. A veces tengo ganas de estar muerto para sentir, bajo la tierra húmeda de mis jugos, que me crece una flor,  rompiéndome el pecho, una flor, y decir: Esta flor, para usted”.

            La búsqueda de sí mismo, lo lleva a ser un viajero empedernido. Primero, por ser un exiliado político y luego, como embajador de las letras y de causas importantes de la revolución cubana. Debido a eso, vive y convive, con los grandes de la letras, desde Hemingway, Paz, Alberti, Carpintier, Lorca, y es admirado por Miguel de Unamuno.

En su grito universal por aclarar su conciencia antiimperialista, le dice a los soldados, que son, a pesar de portar una arma encontrada; iguales. Así en Soldado aprende a tirar, advierte con dejo de aflicción: “Soldado aprende a tirar: Tu no me vayas a herir, que hay mucho que caminar. ¡Desde abajo has de tirar, si no me quieres herir! Abajo estoy yo contigo, soldado amigo. Abajo codo con codo, sobre el lodo. Para abajo, no”. Para extender su reclamo al militar que sostiene el status quo dice en, No sé por qué piensas tú: “No sé por qué piensas tú, soldado que te odio yo, si somos la misma cosa, yo, tú. Tu eres pobre lo soy yo, soy de abajo, lo eres tú ¿de donde has sacado tu, soldado que te odio yo?”

 Nicolás Guillen, fue el poeta nacional de Cuba. Ganó varios premios literarios, pero jamás claudicó a ser quien debió ser: el poeta de la raza negra, que aceptó y cantó a la familia afroamericana. Y en su Palabras Fundamentales, nos deja explícito su razón de haber sido un hombre que habló lo que tenía que hablar y dicho, lo que tenía que decir: “Alza tu voz sobre la voz sin nombre de todos los demás, y haz que se vea junto al poeta, el hombre”.

Y así, es su tiempo, el afroantillano Nicolás Guillen, hizo bailar a todos, al ritmo de sus letras…y de su son.



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Editores periodico frontera

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