H, Matamoros, Tamaulipas:

PALACIO


MIERCOLES 2 DE MAYO…….por: mario  diaz

                ¿Noche de hermandad?

   EN cambio de última hora, se desmanteló la mesa que estaba debidamente servida para recibir, mañana jueves por la noche, a comensales de ambos lados de la frontera. El punto de reunión sería en la inmediación del Puente Viejo Internacional.
    El motivo: emular centenaria fotografía carrancista en ese puente fronterizo que, antaño, se alzaba para dar paso a naves de cierto calado que navegaban río arriba en el Bravo.
   Criterios encontrados obligaron a la cancelación del evento hasta une fecha aún no determinada, en el mes de septiembre, en el Marco de las Fiestas Patrias.
   Los organizadores del evento encontraron en la supuesta hermandad de Matamoros, Tamaulipas y Brownsville, Texas, el argumento principal para montar ese escenario, cancelado de último momento, justo en al línea divisoria entre México y los Estados Unidos de Norteamérica.
     Considerada como una cena histórica, asistirían ciudadanos representativos de ambas ciudades fronterizas. El alcalde ALFONSO SANCHEZ GARZA al frente de la comitiva mexicana y el Mayor TONY MARTINEZ encabezando a los estadounidenses.
    El suspendido ágape provocó dos criterios distintos que polarizaron el evento con argumentos sólidos que los avalan a pesar de ser diametralmente opuestos.
     El criterio oficial es que ese tipo de reunión binacional fortalecería la hermandad entre Matamoros y Brownsville en el 101 aniversario de la construcción de ese cruce fronterizo también ferroviario.
     El argumento disidente concentró su postura en la farsa que representa la supuesta hermandad de dos pueblos, cuando realmente se trata de intereses económicos y comerciales.
     Las Fiestas del Charro Days en el territorio yanqui y las Fiestas Mexicanas en el azteca, en sus orígenes, fue el atractivo principal para que los consumidores fronterizos mexicanos abarrotaran los comercios allende el Bravo, permitiéndose, incluso, “el paso libre” a aquél país.
  Es decir, nada que ver con frases cursis que hablan de fraternidad externadas en un escenario para el lucimiento de las autoridades locales con el tradicional abrazo y grito a mitad del Puente Nuevo Internacional.
    Hoy en día, la política migratoria del país más poderoso del planeta no tiene visos ni de hermandad ni de fraternidad tal y como lo demuestran los constantes atropellos de los agentes de la Patrulla Fronteriza con quienes su único delito es buscar un trabajo legal que les permita elevar la calidad de vida para sus familias.
     Cierto es que en esos asuntos no tienen injerencia ni los alcaldes ni los mayores fronterizos mexicanos y yanquis. Sin embargo, es innegable que tales representantes populares forman parte de la estructura política en sus respectivos países.
      Si al menos en los tradicionales escenarios en el mes de febrero de cada año se aprovechara la ocasión para hacer patente el inconformismo mexicano por la dureza en la normatividad migratoria del Tío Sam, de algo serviría la farsa.
    Practicar la política del avestruz ante los abusos y tormentos desmedidos de los guardias estadounidenses en contra de los indocumentados no habla bien de los representantes populares.
    Y qué decir de la embestida del gobierno norteamericano exhortando a sus ciudadanos a que no crucen a México, lesionando seriamente la economía de los comerciantes azteca.
    Actitudes y posturas como las antes descritas ¿no son acaso pruebas contundentes que echan por la borda cursilerías como esa que habla de la hermandad entre dos naciones o dos ciudades?
    Seguramente, en la pospuesta velada los discursos y choque de cristales se harían presentes en ese escenario. También, lógicamente, la reunión pasaría a la historia por ser un acto nunca antes escenificado.
    No obstante, será mucho más histórico el día en que alcaldes y mayores fronterizos eleven su voz y exijan, al menos, respeto a los derechos humanos de quienes por necesidad cruzan la línea divisoria sin documentos migratorios.
    Es entendible que cada país tiene sus propias reglas para recibir o rechazar a extranjeros. Sin embargo, también es una obligación respetar y cumplir lo establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
   Algunos criterios justifican las fiestas de febrero o el abortado banquete, argumentando que nada tiene que ver la política migratoria estadounidense con la cordialidad entre dos ciudades fronterizas, lo cual, por supuesto, es respetable.
     No obstante, no está reñido el hecho de aprovechar ese tipo de escenarios para exigir freno a la represión y malos tratos, para dar paso al cumplimiento de la ley con sentido humanitario.
    Todavía es muy reciente el hecho bochornoso vivido en el tradicional abrazo, a inicios de la presente administración municipal, que fue aderezado, precisamente, por una deportación masiva.
     Luego entonces ¿hermandad?
    Y hasta la próxima.
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Editores periodico frontera

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