PALACIO VIERNES 18 DE MAYO…….
MINUTOS después de las 9 de la mañana de antier miércoles,
cuatro vehículos de la
Secretaría de la Defensa
Nacional con efectivos del Ejército Mexicano cerraron el
tramo de la avenida González comprendido entre las calles 12 y 13 en el primer
cuadro de la ciudad.
El motivo:
inspeccionar un domicilio en donde, según una denuncia ciudadana, se vendía
droga a los viciosos de ese sector.
El resultado: los militares
tuvieron que retirarse de la casa-habitación y reabrir el tráfico vehicular al
no encontrar ningún indicio relacionado con la venta de estupefacientes.
Narración como la
anterior, hoy en día, es muy común en los cuatro puntos cardinales de este
puerto fronterizo, derivado de los esfuerzos del gobierno federal por combatir
y abatir esa actividad que envenena a la juventud mexicana, según reza,
palabras más palabras menos, el slogan oficial en ese contexto.
El caso que nos
ocupa corresponde a la amarga experiencia sufrida por el periodista MIGUEL
PICAZO GARZA, propietario del domicilio visitado que habita desde el año 1,946.
Grande fue al
asombro del comunicador de 75 años de edad cuando al abrir la puerta de su casa
atendiendo al llamado, se topó con un militar de rango quien le solicitó, eso
sí, amablemente, de acuerdo a su propio dicho, inspeccionar el inmueble en base
a una denuncia ciudadana.
Repuesto del la
impresión de ver su hogar rodeado, la circulación vial suspendida y una
treintena de soldados en alerta máxima, el periodista permitió-no había de
otra-el paso a los elementos del Ejército Mexicano con una natural
recomendación: “por favor no me causen destrozos en mi patrimonio y revisen lo
que ustedes consideren conveniente”.
Disciplina
militar de por medio pero a su vez anteponiendo el criterio, el oficial al
mando recorrió y observó atentamente la residencia del periodista y,
finalmente, dio la orden de retiro al no encontrar ningún indicio que
presumiera que ese domicilio fuera un punto de venta de drogas similar a los
cientos que, efectivamente, operan impunemente en la ciudad.
El incidente
anterior obliga a la reflexión del mismo y, sobre todo, analizar lo que
cualquier ciudadano está expuesto a vivir como consecuencia negativa de lo que
se conoce como “cultura de la denuncia”.
Si bien es cierto
que la participación de la sociedad para denunciar ilícitos forma parte
esencial en cualquier programa de seguridad pública en el mundo, también es
cierto que, lejos de lograr el objetivo deseado, se convierte en un elemento
susceptible de abuso. En base a ese programa, positivo en teoría pero negativo
en la práctica, cualquier persona de buen vivir está expuesto a ese tipo
incursiones si tiene la mala fortuna de llevar una mala relación con su vecino,
por ejemplo.
Otra reflexión
obligada es la referente a la pésima por no decir nula coordinación entre las
llamadas “fuerzas federales de apoyo”.
Ni el Ejército
Mexicano ni la Marina Armada
de México ni la Policía Federal
mantienen una comunicación adecuada que les permita combatir con mayor éxito a
los criminales.
Por el contrario,
tal parece que existe una desconfianza plena entre sus mandos superiores por lo
que, coloquialmente hablando, cada quien jala por su lado.
Resulta incomprensible
que se sospeche de un domicilio equis como distribuidor de droga, cuando en
otros lugares la comercialización de fármacos o la venta ilegal de gasolina son
actividades ilícitas que se practican a los ojos de muchos ciudadanos.
No queda del
todo claro, o quizá sí, el porqué la Procuraduría General
de la República ,
que es la instancia constitucional indicada para combatir el tráfico de drogas,
no lleva a cabo alguna indagatoria o acción al respecto.
Hasta antes de la
alternancia política en el país el Ejército Mexicano sólo actuaba como apoyo de
la entonces Policía Judicial Federal. A partir del foxiato y término del
priato, los soldados fueron sacados de sus cuarteles y habilitados como
policías investigadores con una preparación muy distinta, dada su principal
encomienda, que es la de salvaguardar y ser garante de la tranquilidad de la
nación.
Si al menos las
fuerzas federales integraran grupos de inteligencia cuyo objetivo fuera el de
vigilar discretamente el domicilio señalado por una “denuncia ciudadana”, los
atropellos-como el caso que nos ocupa-a gentes inocentes, fueran menores.
Con esas acciones,
sin proponérselo, el Ejército, la
Marina y la Policía
Federal podrían estar haciendo el juego a grupos criminales
dando crédito a “denuncias ciudadanas” probablemente manipuladas por éstos con
fines distractores.
Ni hablar.
Y hasta la
próxima.
También lea y escuche PALACIO en:
www.eldiariodematamoros.com,www.elgraficotam.com,www.meridianohoy.com,www.eldiariodebate.info,www.enlineadirecta.info,www.fapermex.mx,Tamaulipasenlared,
www.elfarodemexico.com, El Gráfico de Tamaulipas, Meridiano Hoy de ciudad
Victoria y Libertas-Radio en el 89.5 de Frecuencia Modulada a las 7:30 A.M. en
su primera edición de noticias.
0 comentarios:
Publicar un comentario