H, Matamoros, Tamaulipas:

CARLOS PELLICER… Y LA POESÍA TROPICAL.


Escenarios, miguel de la rosa‏



Pareciera que en el poema Nocturno, del tabasqueño Carlos Pellicer, nos aceptara que la misma gente con la que interactúo, le animara a ser como fue: simple y generoso, pero a la vez comprometido con todo lo que emprendió: “Apenas te conozco y ya me digo: ¿Nunca sabrá que su persona exalta todo lo que hay de mi de sangre y fuego?
                Desde muy joven, su madre doña Deifilia, le encamina a las letras y le inserta en su cerebro, el de ser solidario con la gente y lo convence a leer poemas y le dice que escribir, bien puede ser en conducto para expresar los sentimientos. Por eso, Pellicer piensa que: “El poema es la declaración pasional más grande que un hombre puede hacer a un héroe: la admiración más rendida en medio de una tristeza que hubiera querido ser grandiosa”.
                Es poco probable desasociar los inicios de la vida pública de don Carlos, con el filósofo y educador mexicano, José Vasconcelos, porque desde su juventud, se ligó al oaxaqueño, con la mística de un seguidor fiel que cree en el proyecto educativo y cultural de su amigo y jefe. De él, recibe el elogio más preciado, pues en las misivas que se correspondieron le infiere su afecto al llamarle Carlitos y escribirle: “Como de costumbre, es  usted magnifico, y sobre todo, es usted, poeta”.
                Es justo reconocer, que nunca le tuvo afecto a lo material y que por el contrario, desdeñó la acumulación de la riqueza. Quienes hablan de él por haberlo conocido, dicen que siempre arrastró la necesidad económica. La vida, la vio y vivió como lo menciona en su poema, Esa barca sin remos no es la mía, cuando dice: “Esta barca sin remos no es la mía. Al viento, al viento, al viento solamente le he entregado su rumbo, su indolente desolación de estéril lejanía”.
                Su cotidiano andar por las orillas del Rio Usumacinta y ser testimonio viviente de su grandeza por ser el depósito más grande de agua dulce del país, sin discriminar al Rio Grijalva,  le acrecentaron su afecto por esa región tropical. Las espesas selvas y los múltiples pantanos que caracterizan a ese rincón de México, donde además pudo ver a diversas especies de animales que sólo los tabasqueños tienen a la mano, le calaron en su mente la suma de esos colores que sólo las guacamayas, tucanes, papagayos y colibrís destilan a los ojos de los mortales. Bajo las copiosas lluvias y en cada una de sus gotas, Pellicer creo sus poemas que no dejan de hacer inferencia a esa provincia bochornosa y así lo expresa en Al dejar un alma: “Agua crepuscular, agua sedienta, se te van como sílabas los pájaros tardíos. Meciéndose en los álamos el viento te descuentan, la dicha de tus ojos, bebiéndose los míos”.
                Pellicer ama al mar por su invariable contacto con esa agua salada que empapa sus pies desde la infancia. El sabe que ese océano que entra a las costas de su querido Tabasco, también es el mismo mar que moja y se acerca a Grecia, a Italia y la misma madre patria, países donde el poeta vive y es feliz.
                Tocar el tema del amor en la vida de este poeta tabasqueño es adentrarnos en un cosmos personal indescriptible. Poco se sabe y lo que emerge es igual de ambiguo, porque por sus misivas sostenidas con su amigo y literato, José Gorostiza, le infiere haber encontrado el amor en una mujer de apenas 11 años y medio, cuando él tenía 17. En las cartas, le confiesa haber encontrado la razón y la pasión por esa mujercita, a

quien llama Esperanza, quién al paso de 7 años, vuelve a ver para acercase, cortejarla y hacerla su novia formal. Después aceptaría, que: “Esperanza fue para mí, un culto”.
                   La producción de versos que esta mujer le inspiro fue larga y fecunda. Se dice que hay decenas de poemas dirigidos a su musa. Como: “Que se cierre esa puerta, que no me deja estar solo con tus besos. Que se cierre esa puerta, por donde campos, sol y rosas quieren vernos”.
                Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y en su discurso de aceptación, da a conocer La Alegría del idioma, que bien vale la pena comentar, nunca apareció en las actas formales de esa  sociedad por lo que está en el archivo nacional, porque es claro, que viniendo de un poeta, bien se alejó de los cánones establecidos. Su relación con Diego Rivera, le inspira : “Tu aportación a la integración de México, es inmensa por lo que dices en tus murales”.
                Luego entonces, la poesía de Pellicer gravita entre su inconformidad recalcitrante hacia los que imponen y también, a los que se dejan imponer. Por eso escribe y con el tiempo, se vuelve un iconoclasta de las buenas conciencias, pero todo gracias a Dios. Y así como se describe que es y se siente un árbol junto al mar, también evangeliza al pueblo por medio de la poesía. En un despojo de su egoísmo natural aristotélico, Pellicer transmite, da, otorga a pequeños segmentos de esa gente que siente suya, la lectura del poema, para animar a la lectura y de ahí, al despojo del aprendizaje  de lo fútil.
                 Vivió en eternos viajes de estudio, pero los convirtió, también en viajes de placer, porque aceptó que viajando era feliz. Y donde pernoctaba, la amabilidad de la gente con quien trataba, le avivaba la escritura. Hacer museos fue un querer trasmitir la fuerza de nuestra raza, quizás, la cósmica.
Así como criticó a Neruda y su nerudismo, también creyó en Carranza y en Vasconcelos. Y con los mismos claroscuros de haber sido político al ejercer el cargo de senador, la claridad de Pellicer se da, porque conquistó la letras, y más allá, porque se conquistó a si mismo.
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Editores periodico frontera

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