H, Matamoros, Tamaulipas:

Mario Benedetti…entre el amor y la risa.




Escenarios
Por: miguel de la rosa.


         Al referirnos al autor de la novela corta: “La Tregua”, estamos obligados a remontarnos a esos tiempos donde los amantes se mandaban flores y pequeñas notas con pensamientos profundos aun sin que hubiera algo que celebrar y con excelente caligrafía. Es uno de los grandes novelistas, cuentistas y poetas contemporáneos, es sin duda el Uruguayo, Mario Benedetti.

            El amor que se profesan Laura Avellaneda y Martín Santomé, en el célebre escrito de este hombre maduro en forma de diario, es un tanto intenso, pero invadido de una tranquilidad pasmosa que pudiera rayar en la desesperación. Pero el personaje, Santomé, no da para más, porque así es él, así es su personalidad, vaya, así resultó.

Al releerlo cada que puedo, se recrea la imagen de ese señor Martín, mediano trabajador de una oficina de gobierno, que nunca se perdonó ser un tanto mayor que Laura o que nació para vivir sosegado.

            Benedetti explora el sentimiento sin parapetos cuando permite que Martín, de 49 años, se enamore se Laura, de 24. Ese permiso que el hombre se da, desafiando el rechazo de sus 2 hijos varones, demuestra que en el amor, no hay condiciones ni valladares ni permite tolerancias. Laura, asimila el amor, se lo permite y en base a compartir ambos, su tipología de sedentarismo personal, se permiten integrar la dualidad. Entonces, apartan los reclamos y se entregan uno al otro.

            La condición de ser jefe de Laura, inhibe a Martin llamarle por su nombre, entonces, se libera y se refiere a ella como Avellaneda, por su apellido. Quizás nunca pude olvidar que la dama trabajó con él y para él en la oficina burocrática del Uruguay, es más ni siquiera el afecto que crecía en él derribó la pared. Ahora se explica porque Benedetti dijo que el Uruguay es el único país que tiene categoría de oficina burocrática.

            Don Mario fue un hombre excepcional. Pero al decir, excepcional, el término refiere a que fue un ser humano fuera de serie, como muchos hombres no lo son. Tal vez el haber sido exiliado y maltratado por los militares que usufructuaban el poder en su país de origen, le germinó un sentimiento contra la injusticia. Ya en su dolor, se le promovió la capacidad de escribir con el dolor que no se nota, pero que se sabe está ahí.

            La crítica a lo establecido lo saborea y permite que salga el gusto por decir las cosas por su nombre y tal como son. Sabe que a los políticos les molesta que los critiquen, pero el como sea, lanza su advertencia con elegancia y sutileza, al grado de lograr que muchos ni se enteren.
            “¿De que se ríe, señor Ministro, de que se ríe?” es un poema que refleja la inconformidad de Benedetti. En ese poema, logra lo inimaginable: remover el óxido de las conciencias. De esa manera, provoca el análisis de lo que no sirve en la vida pública de cualquier país. De ahí su universalidad.

            “En Uruguay hay mucha delincuencia en las calles, pero, ¿Qué puede hacer una persona que no tiene que comer, que no tiene nada? No voy a justificar la delincuencia, pero una de las raíces de la delincuencia es el hambre”. En esta frase que vertió en una entrevista, me imagino que se adelantó sin saberlo, a lo que el neoliberalismo provocaría en América Latina: la pobreza extrema y la violencia rapaz.

            Pero el humor y el sarcasmo fueron un atributo en su escritura. Sólo basta recordar la definición entre ellas y ellos. “Ustedes cuando aman, exigen bienestar, una cama de cedro y un colchón especial. Nosotros cuando amamos, es fácil de arreglar, con sábanas que bueno, sin sábanas, da igual”. Benedetti esconde la risa y oprime la carcajada. Le da igual, porque por dentro más allá de reír, sonríe porque sabe de antemano que nos provocó más allá de la sonrisa, la risa.

            Para meternos de lleno en el afecto interconyugal, Benedetti, plasmó en el poema Te Quiero, una frase que encierra el compromiso y su responsabilidad social que lo apareja con el amor: “Te quiero en mi paraíso, es decir que en mi país, la gente viva feliz, aunque no tenga permiso”. Mario refleja la devoción y de paso, su adhesión permanente a su eterna pareja, Luz y pone en sus propios labios las palabras de un hombre de izquierda, que no tolera separar el amor con la vida, ni la vida con el amor.

            No se debe imaginar a Benedetti viendo a Luz. No se puede porque ella perdió la memoria, por el maldito Alzheimer. Me resisto a idear su sufrir. No resisto la idea de que sufría cuando la vio sin que ella supiera quién era él.

            Por eso, don Mario contestó, que su vida había sido una vida difícil. Desde el exilio, la muerte de su madre sin estar presente y tener a Luz sin tenerla, se entiende como podemos perdernos sin darnos cuenta.

            Pero Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia, su verdadero nombre de pila, nacido en Paso de Toro, Uruguay en 1920, fue un poeta hombre que traspasó la barrera del tiempo. Las 80 obras literarias le ganan un espacio especial en la literatura universal.

            Ya Mario Benedetti es inmortal, porque al paso del tiempo, su nombre se repite cada día más.
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Editores periodico frontera

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