H, Matamoros, Tamaulipas:

Tiempos actuales


Escenarios...miguel de la rosa‏


Siempre se ha dicho que tiempos pasados fueron mejores a los actuales. Creo con firmeza, -que este enunciado-, encierra una seria contradicción.
            Se supone que la modernidad debió traer aparejados lo instrumentos y mecanismos para que la humanidad alcanzara mejores oportunidades de desarrollo y mayor bienestar. Los descubrimientos médicos y los avances tecnológicos, debieron proveernos una vida más prolongada y de buena calidad.
            Pero todo indica que algo ha salido mal.
            Con la aparición del vehículo automotriz de combustión interna, se acortaron las distancias, se mejoró el comercio y se produjeron muchos empleos, solo que también promovió que la quema de combustible de origen petrolero, contaminara los cielos, ensuciara los océanos, se revirtiera la temperatura del medio ambiente y que se  estén derritiendo las regiones de los árticos polares.
            Hoy vivimos inmersos en elevadas temperaturas ambientales que estimulan las grandes y prolongadas sequias y que a la vez, liquidan enorme cantidad de seres humanos, secan la tierra para la siembra de alimentos y evaporan el agua.
            Todo señala que la humanidad entra a un catastrofismo indomable donde ya poco se puede hacer.
            Vale la pena comentar, que el Protocolo de Kyoto compromete a los países que son parte de esta Convención, a reducir gradualmente la emisión de gases a la atmósfera producto de la quema de restos fósiles. Pero lo más grave de este asunto, es que la combustión de estos restos, tiene más de 150 años de estarse haciendo. Esto nos demuestra que los enormes hoyos en la capa de ozono, por donde entran sin filtraciones los rayos solares, han sido descubiertos por los científicos desde hace mucho tiempo, pero poco se ha hecho para detener la contaminación ambiental.
            La realidad es que la Convención creada  por 37 países para evitar que la industria vomite gases funestos que producen el efecto invernadero en el mundo, sólo emite recomendaciones a los países miembros. Ya nos podemos imaginar lo precario de su fuerza.
            Pero a pesar de su debilidad, la fundación del Protocolo es un buen intento para regular la putrefacción del medio ambiente e intentar dejar un mejor mundo para las nuevas generaciones.
            Estamos obligados y debemos aceptar que la organización humana es deficiente en la medida que hay una sensible polarización de las estructuras sociales, donde unos pocos tienen en abundancia y muchos carecen de lo más elemental, misma situación que provoca la radicalización de las ideas y hace crecer la violencia. Pero como los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas, son autónomos, independientes y libres de hacer con su parte del cielo lo que quieren, entonces, los países desarrollados contaminan a su antojo, como el caso de Japón, que se ha negado sistemáticamente a firmar el acta protocolaria de la Convención de Kyoto.
            Es deprimente observar que cada día se cierran los puentes de comunicación entre gobiernos por la diversidad del pensamiento y por la ambición de controlar la producción del mundo. Pero ante la lucha encarnizada, es también difícil ver el continente negro, o sea África, con los miles y miles de niños muertos por la hambruna que genera la falta de agua, por los desequilibrios económicos o por las liquidaciones interétnicas.  
            La ecuación que tenemos enfrente para contribuir a reconsiderar el desperfecto ambiental y social es simple: recurrir a la fuerza del ciudadano para detener el deterioro. Y si consideramos que se han establecido nuevos mecanismos para la influencia política, que son las vías legislativas, entonces presionemos a nuestros representantes para que voten a favor de leyes que controlen las grandes corporaciones emisoras de contaminación.
            Siempre es difícil entrar a los terrenos de la visión catastrofista porque la contestación crítica es determinada en función de quien tiene más recursos para sostener una defensa en los medios de comunicación masiva, pero el tiempo se agota y con él, la viabilidad de la misma humanidad.
            Parece que no queda mucho tiempo hacia delante y mientras más nos tardemos en tomar decisiones radicales, el mundo y los recursos naturales se acaban más pronto de lo que pensamos.
Si aceptáramos que el mundo pudiera sobrevivir a la catástrofe climática que se prevé para el 2025, según el informe Delfos del año 2000, donde se predice que habrá sequias, tsunamis, huracanes, deshielo de los polos y fuertes sismos, nos obliga a repensar como podemos contribuir y que debemos hacer todos los seres humanos para garantizar, aunque sea parcialmente, un mejor medio ambiente para nuestros hijos.
            Permanecer inertes o en estado contemplativo, sólo abonará a que el planeta Tierra pronto sea un punto café claro en el firmamento, derivado de la sequedad de su territorio por la falta de agua.
Agua que nosotros mismos hemos secado.  
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Editores periodico frontera

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