HECTOR MIGUEL CHAVEZ
H. MATAMOROS, Tam.-El periódico El Bravo publicó en su
primera página dos reportajes de San Fernando, Tamaulipas que pueden ser el
reflejo de lo que ha ocurrido y ocurre en muchas zonas del país.
Aparentemente han bajado los índices de
violencia pero no los del temor y la inseguridad porque lo que ocurrió durante
los últimos dos años no se puede borrar de la noche a la mañana.
El gobierno federal y estatal hacen
esfuerzos para tratar de volver a darle seguridad a la sociedad y esa es la
gran esperanza de muchos, pese al resentimiento que le generaron los años de
abandono total en que el gobierno de Calderón dejó a la población de San
Fernando y otros muchos lugares.
El reportaje de la agencia del periódico
El Universal, publicado en El Bravo contiene la expresión de la gente de San
Fernando y es realmente estrujante, y tal vez se esté viviendo igual en muchas
otras partes.
He aquí algunos párrafos de ese reportaje
publicado el lunes y martes:
“Sabíamos qué pasaba
pero nadie quería hablar”.
“No podíamos hacer nada. Luchábamos por
nuestra vida y veíamos con impotencia cómo se los llevaban. Los secuestros de
los autobuses los hacían a plena luz del día, incluso afuera de la central de
autobuses. Pero no podíamos decir nada, nos quedábamos callados. Tenemos
familia, tenemos hijos y no podemos irnos de aquí”, comenta un habitante de la
avenida Ruiz Cortines de San Fernando. Los habitantes de aquel municipio tienen
coraje y resentimiento con los gobiernos federal y municipal, porque por más de
dos años los dejaron solos, en medio de esta cruenta guerra. Veían pasar
caravanas de unas 200 camionetas con hombres armados en las cajuelas que a
veces se enfrentaban contra otros que intentaban entrar al pueblo. Las
parqueaban en la entrada del cementerio de Loma Alta. “Aquí las formaban día y
noche, hacían fogatas y esperaban”.
El silencio, un manto que
invade a la ciudad.
A San Fernando, a fuerza de violencia, le
han impuesto el silencio. Si alguien es testigo de un asesinato, una
desaparición o de violencia, finge que no ha visto nada, se voltea y olvida. El
mejor mecanismo para salvar la vida es no ser testigo de nada. El silencio para
los criminales es su boleto de impunidad. Por eso quieren que la gente calle lo
que sabe. Aquí se puede hablar del clima, de la cosecha, de tiempos pasados,
pero no de la violencia. El autobús llegaba a la central camionera de San
Fernando, ahí ya los estaban esperando. Revisaban a todos los pasajeros: sus
teléfonos celulares, mensajes, identificaciones. Los seleccionaban y se los
llevaban. Así fue un tiempo con todos los autobuses que llegaban por aquí. La
calle está llena de comercios, de gente, de autos y nadie vio nada. Se
volteaban o caminaban a prisa. “No podíamos hacer nada. Luchábamos por nuestra
vida y veíamos con impotencia cómo se los llevaban. Los secuestros los hacían a
plena luz del día, incluso afuera de la misma central. Tenemos familia, tenemos
hijos y no podemos irnos de aquí”, comenta un habitante de la avenida
principal.
Hasta aquí lo publicado por el periódico.
Nada anhela tanto la sociedad en estos
momentos como que el gobierno tenga éxito en su intensión de controlar la
violencia, dar seguridad y acabar con el temor de la población.
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