Escenarios
Por: miguel de la rosa
El hecho que alguien
cometa un error, lo humaniza y por el contrario, si pretende la perfección,
puede llegar a convencer, pero no a vencer en sus argumentos. Es muy claro que
conseguir la excelencia en la expresión, brinda placidez para quien la logra,
pero en muchos casos, lo aleja de la gente.
La acción de cometer un dislate en público, no debiera tener la
menor importancia, toda vez que se trata de acciones no promovidas
voluntariamente, sino producto de condiciones exógenas ajenas a quien las
comete.
El anterior enunciado, pudiera ser
del todo cierto, pero invariablemente conlleva acepciones interesantes.
Por ejemplo: para quien da una
conferencia, el hecho de cometer un error de forma voluntaria e intencionada,
es un recurso que sirve para despertar a la asistencia y obligarla a meterse a los
temas.
Todos en su sano juicio, consideramos impropio ser víctima de un
error que nos pueda llevar a una exposición general de corte burlesco, porque
la burla, sumada a la ironía y al sarcasmo, se orienta, más allá de la risa, a
herir y/o vilipendiar al contrario. Ahora bien, ¿hacer escarnio del error de
alguien en dimensiones exorbitantes con el ánimo o propósito de herir a
alguien, acaso no es un acto deshumanizante?
Es de suponerse que nos educamos dentro del conocimiento de la
ley, para imponernos límites. Los límites aseguran nuestra integridad, nuestro
patrimonio y forma de ser y pensar. Es inadmisible concebir una nación sin los
límites que establece la norma jurídica.
El celebre escritor y economista canadiense, John Kenneth
Galbraith, sentenció que “aunque todo lo demás falle, siempre podemos
asegurarnos la inmortalidad, cometiendo algún error espectacular”.
Y bueno, el error de don Enrique Peña Nieto no tiene nada de
espectacular, es simplemente un error como cualquiera lo puede tener, a pesar
de que pueda reconocer que no tenga el habito de la lectura.
Para abundar en el ejemplo, es válido recurrir a una experiencia
que la siempre diva mexicana, María Félix reconoció haber vivido en Paris,
frente al filosofo francés, Jean Paul Sartre. Ella misma platicó, que a pesar
de ser una mujer que no se amedrentaba por nada y ante nadie, estando en una
reunión de amigos, ella sobresalía por sus respuestas rápidas y sarcásticas. Al
poco rato, Sartre le espetó delante de los invitados: “te crees mucho porque
eres bonita y porque contestas rápido. Has de saber que las respuestas
meditadas y con tiempo, resultan de más provecho que las rápidas”. Ella aceptó que se turbó, porque había sido el
único hombre que la había impresionado, al grado de inquietarla.
La clave del error, es no volver a cometerlo y que sirva de
experiencia para reencauzar las acciones para prevenirlos. Ya lo dijo el
célebre Cicerón: “de hombres es equivocarse, de locos persistir en el error”.
Lo grave de este asunto, es la proclividad a ejercer la
denostación hacia alguien con el ánimo de lastimar, de potencializar un dislate
con el propósito de lograr dividendos electorales.
Y bien, una cosa es desconocer el autor de un libro, que bien vale
la pena señalar la falta, y otra que el responsable de las finanzas públicas
nacionales, piense que las familias pueden vivir con lujos con un ingreso de 6
mil pesos al mes. En el primero de los casos, los efectos son imperceptibles,
en el segundo, impacta en los procesos macro económicos de este país por ende, en todas las familias mexicanas.
Sin embargo, Ernesto Cordero ya reconoció y ha intentado enmendar
la plana. Fue honesto al aclarar que se le malinterpretó y siguió adelante. Ya
es inútil persistir en el tema, cuando ya todos sabemos que fue un dislate.
Ahora le toco a Peña Nieto, mañana, quien sabe a quien le toque.
Lo peor del caso, es que al no tolerar los errores, veremos
candidatos callados, cuidadosos y limitados al guion y temas que los asesores
les hagan y les permitan abordar. O lo que es lo mismo, le acabamos de quitar
el sabor a las campañas y la posibilidad de juzgarlos por lo que piensan y no
por los que les permiten pensar.
Se insiste, el costo es alto y quien terminará pagando los platos
rotos, es únicamente el colectivo imaginario.
Los medios de comunicación, o sea la
televisión, radio, portales y prensa escrita, responsables de la comunicación
masiva y reales conductores de opinión, son quienes deben asumir una actitud
madura, sensata y patriótica. Prolongar la critica para generar noticia y se multipliquen
los temas de la reflexión en los cafés, hará un daño de dimensiones difíciles
de calcular.
Y si, reconocemos que la sociedad mexicana está conflagrada y
desunida, pero, ¿hay necesidad de echar más carbón a la lumbre?
Que no es suficiente con vivir rodeados de tanta violencia?
Lo fundamental y realmente trascedente, es que aprendamos de los
errores.
Que sepamos tolerar las debilidades humanas y no hacer escarnio de
ellas, aunque sepamos que es imposible lograrlo.
Mejor aprendamos a leer para analizar y a analizar para decidir.
Aunque muchos no lo hagan y tengan
el sartén por el mango.
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