POR: DANIELA MONTALVO
Cada vez que piso un nuevo lugar,
me encuentro con la misma dificultad: la escasez de palabras para expresar la
magnificencia y la belleza que descubro. Pero en Zacatlán de las Manzanas, un
pueblo mágico en el Estado de Puebla, me enfrenté a un desafío aún mayor:
describir la grandeza de sus mosaicos.
Los mosaicos de Zacatlán son más
que simples obras de arte; son testimonios vivientes del talento y la
dedicación de los artistas que los crearon. Los vitromuralistas, que han estado
trabajando en estos mosaicos durante una década, han perfeccionado su técnica a
lo largo del tiempo, utilizando herramientas modernas para lograr un nivel de
detalle y precisión incomparable.
Cada mosaico cuenta una historia,
una parte de la cultura y la historia de nuestro pueblo. Desde las
representaciones de Quetzalcóatl hasta los trajes típicos de los diferentes
estados, estos murales son una ventana al alma de México, gritando con orgullo
nuestra identidad y nuestras hazañas.
Pero lo que más me impresiona no
es solo la calidad de los mosaicos, sino también el nivel de participación de
la comunidad en su creación. Desde aquellos que aprenden a trabajar con los
mosaicos hasta aquellos que donan las paredes de sus casas para que se
conviertan en lienzos vivientes, todos están comprometidos con la belleza y la
elaboración de estas obras maestras.
Estoy convencida de que, muy
pronto, cada calle de Zacatlán estará adornada con un mosaico, llevando consigo
la historia y el espíritu de este pueblo encantador.
Y aunque las palabras puedan no
ser suficientes para describir la magnificencia de estos mosaicos, espero que
esta columna sirva como un modesto tributo a su grandeza.
Un país tan diverso y multicultural como México, para una vida
resulta sin fin.
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Editores
Periódico Frontera de Tamaulipas
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