POR:JAIME
SOSA
Esta navidad
debe ser especial, y una excelente oportunidad para tu
conversión...
la navidad
significa uno de los grandes tiempos del año litúrgico. Recordamos y celebramos
uno de los profundos misterios de nuestra Fe: el que Dios se haya hecho hombre.
Se dice
fácilmente, pero al profundizarlo ¡Caemos de espaldas! Dios mismo, presente en
la tierra, naciendo del seno purísimo de María, se hace carne, una carne que
amará, y que sufrirá todo lo que un humano puede amar y sufrir.
La natividad
del Señor es una celebración al "si" de la Santísima Virgen, que sin
reparos ha aceptado la Voluntad del Altísimo. Ahora, con la Navidad, ese sí da
un fruto, un bebé, pequeñito, indefenso, vulnerable. El Rey de reyes nace en un
humilde rincón. Casi podríamos llamarla "humildad suprema", de no ser
porque el Señor quiso humillarse aún más, ser más vulnerable todavía, y
quedarse por siempre entre nosotros escondido en un pedacito de pan. Hoy, cada
día, en el Santísimo Sacramento está también presente aquel niño.
Esta debe
ser una fecha de profunda y alegre reflexión. Hemos sido bautizados en nombre
de ese niño pequeñito, y con ello hemos recibido el privilegio del perdón de la
falta original. Porque Jesucristo nació en Belén, hoy podemos salvarnos.
Ese hermoso
niño, menudo y tierno como todos los bebés, algún día sorprendería a sus padres
en el Templo hablando con los Doctores; convertiría el agua en vino; dominaría
tempestades; convertiría a unos humildes pescadores en santos; multiplicaría
unos cuantos panes y peces para alimentar a miles; proclamaría las bienaventuranzas;
entraría triunfante en Jerusalén; sería traicionado por uno de los suyos,
arrestado, flagelado y asesinado en una cruz; ese bebé un día conocería la
muerte, pero triunfaría sobre ella. Ese pequeño niño sería quien removería la
historia del mundo, liberando a los esclavos y humillando a los soberbios.
Y hoy, aquí,
ahora, entre tecnología, computadoras, micro-chips, discos compactos y
tecnologías de toda índole, Jesús sigue con nosotros. ¡Y nosotros que seguimos
viviendo sin pensar en él!
La navidad es una invitación a recordar con el corazón en
la mano que Dios nos ama tanto, que nos ha dado a su Hijo Unigénito. ¿Cómo le
estamos correspondiendo?
Esta época
del año, en la que convivimos en familia haciéndonos regalos, abrazándonos unos
a otros es un momento de pausa para reflexionar seriamente sobre nuestras
vidas, sobre el papel que tiene Dios en nuestra existencia diaria. Es un
momento para pensar en el Sumo Pontífice y amarlo profundamente, porque es el
Vicario de Cristo. También es un momento para dar gracias a María, madre
nuestra por aquel "si" que cambio el curso de nuestra existencia. Es
un momento para rezar por la Iglesia, por su unidad. La Navidad es ese momento
que todos necesitamos de Esperanza y de Fe, que debe convertirse en caridad, en
amor hacia Dios, hacia nuestros Padres, hacia nuestros hermanos, una caridad
para el amigo y para el enemigo por igual. Y también un momento para la
conversión.
El año está
por terminar, y aún tenemos tiempo en esta Navidad de realizar una profunda
conversión en nuestras vidas. La navidad, época de milagros, debe lograr
nuestra conversión. Una conversión basada en conocer nuestra Fe, en
comprenderla, en asumirla. Esta navidad puede ser diferente a cualquier otra.
Solo basta con que tú y que yo reflexionemos profundamente en todos los
misterios de nuestra Fe. Dios, que todo lo puede, sembrará en nuestra alma
(quizá un poco marchita) con el soplo de su espíritu, una conversión para ser
católicos verdaderos. Eso que quizá pueda parecer tan difícil, lo puede hacer
quien fue alguna vez una solo un pequeño bebé. Pídele al Niño Jesús esta
Navidad que te conceda la gracia de la conversión hacia una vida católica
plena, congruente y comprometida. Y si todo esto no te ha inspirado un poco,
esta noche busca alguna estrella, y quizá como a los pastores, alguna salte a
la vista y te diga "ven, sígueme". Si esto ocurre, sin duda será la
Luz de Jesucristo.
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