En México se está viviendo una alarmante situación
debido a la inseguridad ocasionada por la fuerte delincuencia que
estamos padeciendo. El gobierno y las autoridades de nuestro país se han
preocupado y alarmado por la situación delictiva, se han elaborado programas y
varias instituciones nacionales e internacionales participan para lograr salir de este problema.
Se ha tratado de estudiar a fondo el fenómeno, para
desaparecerlo de raíz y se han encontrado diversas causas que pueden ser
alternativas de solución; ahora veremos la delincuencia en la alta sociedad
Si en primer término observamos las conductas
criminales de la elite de la sociedad, pues nos referimos nada menos que al
desempeño de las familias presidenciales, sus amigos, subordinados, asociados y
empleados con mucha cultura, educación y talento, ¿qué podemos esperar de las
clases altas asociadas con ellos, quienes además se identifican con la gente de
primer nivel y la toman como ejemplo? Recordemos que nada es más exitoso que el
éxito y que quien observa que su vecino se compró un coche último modelo,
comienza a deprimirse al notar las deficiencias del propio.
Nos toca ejemplificar este parágrafo con los métodos
de enriquecimiento de los gobernadores más ilustres: el de Morelos que
favoreció la industria del secuestro; el antiguo gobernador de Guanajuato cuyo
sobrino se robó más de dos mil autos; el ex gobernador de Jalisco quien ahora
desde Almoloya se dice estafado por un narcotraficante con el que anduvo
paseando por Europa y Norteamérica; el de Campeche quien favoreció la industria
del espionaje interno; el banquero Jorge Lankenau, pariente del gobernador de
Nuevo León; Ángel Isidoro Rodríguez alias el divino; el banquero favorito de
Carlos Salinas de Gortari, Carlos Cabal Peniche.
En otros tiempos hubiera sido un desacato pensar
siquiera que personas de tan alto nivel político, social y económico pudieran
estar inmiscuidas en actividades ilegales, sin embargo por poner un ejemplo: al
poco tiempo de la renuncia del ex gobernador de Morelos Carrillo Olea, se
descubrió que uno de sus jefes policíacos andaba tirando cadáveres de gente
secuestrada por las carreteras y brechas de su Estado, siguiendo instrucciones
del procurador y con la colaboración abierta de policías, agentes del
Ministerio Público, jueces y otros funcionarios. La prensa nacional publicó
recientemente que José Manuel González Velázquez, hermano del nuevo oficial mayor
del gobierno de Morelos (recordemos que un priista substituyó a otro) estaba
asociado con la famosa banda de los Arizmendi López, un empresario que inició
su carrera como simple ratero, subió luego a asaltante a mano armada, alcanzó
un rango mayor al diversificarse en el robo de autos, y terminó? Como
secuestrador de destacados capitalistas pertenecientes a la comunidad española
de la capital del país.
Arizmendi al igual que muchos narcotraficantes
parece ser el ejemplo claro de hombre de origen social muy bajo (campesino
miserable) que escuchó el consejo del diablo: "Cuando tengas una cosa muy
buena, organízala". Los secuestradores de gente multimillonaria y los
narcotraficantes de grandes recursos tienen talento empresarial, iniciativa, ambición,
y deseos de salir adelante pero, una sociedad tan estratificada como la
nuestra, no puede ofrecerles nada legal; en conclusión, se van a los márgenes
de la sociedad y se convierten en depredadores al servicio de las clases altas.
Arizmendi es un producto cien por ciento de nuestra sociedad: ¿atacaba
españoles sólo por coincidencia? ¿ o se siente el indio vengador reencarnado,
que de paso aprovecha para salir adelante con un negocio a sus ojos
políticamente correcto? Tan sirven al poder los delincuentes (en este caso los
secuestradores), que los que prendieron a Harp no fueron perseguidos por
órdenes expresas de Salinas, como lo comentó la prensa en su momento. (Salinas
ordenó a Farell no detener a los secuestradores de Harp Helú, El Financiero,
lunes 17 de julio de 1995, Sociedad, p. 44) Los recientes éxitos
gubernamentales en el combate a los secuestros demuestran que basta tener
voluntad política para comenzar a desenmarañar esta madeja de intereses tan
complejos.
LOS
JOVENES NO DEBEN ESTAR INMERSOS EN LA
CRIMINALIDAD
La exclusión de los jóvenes en el
desarrollo de México, su criminalización y su asesinato, tiene a la nación al
borde de un estallido social, advirtió el escritor Juan Villoro, en el marco de
la presentación de su libro El Apocalipsis (2014).
En entrevista luego del evento que se
llevó a cabo durante la Tercera Feria Internacional del Libro en la Universidad
Autónoma de Chiapas (UNACH), el escrito hablo acerca de las recientes protestas
de jóvenes del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
“México está al borde de un estallido
social sino se reconstruye el tejido social y se incluye a los jóvenes
mexicanos en una solución que beneficie a todos en los diversos conflictos”,
valoró Villoro, al referiste a la desaparición forzada de 57 estudiantes normalistas,
al asesinato de 6 más en Guerrero; a la masacre de Tlatlaya, en el Estado de
México.
Y sobre las protestas de los
estudiantes del IPN, por la implementación de un nuevo reglamento y plan de
estudios, Villoro dijo que el futuro de México pasa necesariamente dentro de
las instituciones públicas, y que la experiencia de ser estudiante, no
solamente tiene que ver con un sentido crítico respecto a la sociedad, sino
también respecto a los movimientos de estudios.
“Creo es muy importante que se discuta
y revitalice la conciencia crítica de los alumnos. Espero que esto se encauce a
una solución creativa que beneficie a todas las partes. Me parece alentador que
permanezca la flama, especialmente en este momento en que acaba de morir Raúl
Álvarez Garín, quien fue el principal representante del IPN, dijo el escritor
autor de El Disparo de Argón (1991)
Tenemos un país según cifras oficiales
hay siete millones y medio de jóvenes “niños”, porque ni estudian ni trabajan.
Son jóvenes que no tienen oportunidades de vida importantes, entonces en este
contexto donde no tienen una salida, si se les criminaliza, me parece muy
peligroso”, expuso el también periodista.
Explicó que es urgente reconstruir el
tejido social y darle alternativa a los jóvenes. Y que por eso, el combate al
crimen organizado no pasa en lo militar exclusivamente. Que la guerra contra el
narcotráfico ha enseñado ya que toda bala es una bala perdida.
“Los jóvenes necesitan tener opciones
concretas, tener alternativas de trabajo, de estudio, gratificantes deportivos,
morales, incluso religiosos, que puedan permitirles tener un sentido de
identidad y autoestima que no están teniendo y por supuesto verlos como un
enemigo posible sino integrarlos como lo que son, que es la principal energía
que tenemos para transformar este país”, dijo Villoro.
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arabelagarcia01@hotmail.com
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