Escenarios...miguel de la rosa
El destino
precisó que doña Rosario Castellanos naciera en el Distrito Federal en lugar de
Comitán, Chiapas, donde vivió su infancia y parte de su juventud. Esa pequeña
comunidad, envuelta entre los extendidos follajes enredados descabelladamente y
las veredas hechas a fuerza de insistir en pasar por ellas, entrelazan las comunidades indígenas de los
alrededores. Ese sitio oculto en aquellos años al embate de la civilización, se
convirtió en su brote de inspiración.
El abuso del hombre blanco hacia los
nativos de piel tostada y de baja autoestima, se graban en la memoria de
Rosario y como catarsis emblemática de gente que aprecia lo autóctono, escribe lo que ve y lo mezcla con lo que
siente.
A pesar de ser parte de una familia
caciquil de aquellos tiempos, de esa casta divina que posee hasta la voluntad
de conservar la vida ajena, ella se resistió a ser como ellos, como la mayoría
de su parentela y encuentra que la narrativa de los hechos indignos hacia la
gente que le rodea, le permite atestiguar las injusticias para no sucumbir a la conformidad del
devenir. “Matamos lo que amamos. Lo demás no ha estado vivo nunca”, dice en su
poema Destino, “Damos la vida sólo a lo que odiamos”, termina y nos deja con el sinsabor que algo nos pesa
en el alma.
Estudió filosofía en la máxima casa de
estudios de la nación y abrevó de su Rector emérito, Ignacio Chávez, el compromiso
de verter en la enseñanza, la creatividad y en el aprendizaje, su talento. Fue,
definitivamente, una mujer que extendió
sus aptitudes hacia la docencia.
En el encuentro con la academia, insistió en encerrase en la
poesía por muchos años. Su herencia literaria, la universalizó cuando escribe:
“Balúm Canan”, que en la lengua maya significa Comitán. Con la frase:
“Entonces, coléricos, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos
atesorado: la palabra que el es arca de la memoria”. Así inicia la narración de
la niña de siete años que describe la inicua relación del aborigen con su
conquistador. La descripción es
universal en la medida que relata la opresión de la mayoría de los pueblos
indígenas de toda la América Latina. Pero más allá de referir las inequidades,
describe lo cotidiano, desde el trajinar diario del mercado, hasta el sonido y
acción perturbadora que producen las moscas que rondan las carnicerías del
pueblo, sin agotar el tema de las costumbres arraigadas en las mujeres que han
ejercido durante siglos, las mismas costumbres heredadas de padres a hijos.
El feminismo, como expresión legítima de la inequidad de la
relación de la mujer con el varón desde tiempo ancestrales, se vuelve un tema
obsesivo. A Rosario le duele y le atañe verse por debajo de quien considera su
par. Es por eso que se vuelve una luchadora y reivindicadora de sus derechos.
Es a través de su Elegía que nos contempla la carga de su pesar: “Nunca como a
tu lado, fui de piedra. Y yo que me soñaba nube, agua, aire sobre la hoja,
fuego de mil cambiantes llamaradas, sólo supe yacer, pesar, que es lo que sabe
hacer la piedra alrededor del cuello del ahogado”.
Ejerció el amor, como le dijeron que debía hacerlo: con abnegación
y entrega. Su relación interrumpida abruptamente con el hombre de su vida, le
provocó una sensación de vacío que, se dice, nunca pudo superar. Entonces, crea poesía y esparce en sus letras, ese
grito silencioso de nostalgia por lo perdido: “Temí, no el gran amor. Fui
inmunizado a tiempo y para siempre con un beso anacrónico y la entrega ficticia
capaz de simular hasta el rechazo y por el juramento que no es más retórico
como porque no es más solemne. No, no temí la pira que me consumiría sino el
cerrillo mal prendido y esta ampolla que entorpece la mano con que escribo”.
Sin embargo, haber escrito “Mujer que sabe latín”, nos permite
recrearnos en ese espacio y en ese tiempo de la evolución y el desarrollo de la
mujer a través de la historia. Con sarcasmo y humor nos lleva mediante una
narrativa sencilla y sin altas pretensiones, a conocer las costumbres y el
sometimiento de la mujer en ese México donde el hombre se resiste a ceder su
influencia y fortaleza en la pareja. Es con la risa, como Rosario libera la
tensión que la historia y la histeria provocan en esa correspondencia aberrante
entre ambos sexos.
Rosario Castellanos fue una cuentista extraordinaria. En “Los
convidados de agosto”, nos muestra ese sentido reiterado de describir los
detalles de la vida diaria de los nichos que rodean Comitán. En ese cuento,
Rosario es ella misma y nos permite, a través de estas imágenes policromáticas
que logra transmitirnos a la perfección, conocerla y apreciarla a través de
cómo ve a la gente que ama, que valora y también que sufre.
Su vida en la función pública vía la Cancillería Mexicana, le dio
fama y relevancia. Es en Israel, donde cumpliendo una misión diplomática y de
catedrática de la Universidad de ese país, donde por un terrible accidente,
pierde la vida.
Pero antes de partir, nos dejó su sentir humano hacia sus
indígenas, hacia sus hermanas mujeres y hacia el amor simple y detallado.
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