PALACIO LUNES 27 DE FEBRERO
SI bien es cierto que se
trata de una añeja tradición fronteriza, también es una verdad de a kilo que
las condiciones políticas y sociales no son las mismas de antaño.
La reflexión anterior tiene que ver con la
celebración de las Fiestas Mexicanas, en México, y el Charro Days en la
frontera sur de la Unión Americana.
Los días festivos en el mes de febrero de
cada año, de acuerdo a la publicidad oficial, contribuyen a hermanar las
ciudades de Matamoros, Tamaulipas y Brownsville, Texas.
Como si fuera hoy, muchos nativos de este
puerto fronterizo recuerdan con nostalgia cómo durante “las fiestas del charro”
se cruzaba la frontera hacia el territorio yanqui sin más trabas que presentar
una identificación oficial con fotografía.
Con origen meramente comercial, a
iniciativa de la Cámara
de Comercio fronteriza estadounidense, surgió la tradicional fecha que en
realidad servía para saturar los comercios allende el Bravo con visitantes
mexicanos.
De ahí que, como artículo gancho, el
comité organizador en la tierra del Tío Sam optó por designar a un reconocido
artista mexicano, principalmente, como “Míster Amigo”.
La
estrategia de mercadotecnia no podría haber sido mejor. Por un lado se
afianzaba el mito de la “hermanad entre dos naciones y dos ciudades” y, por el
otro, se aseguraba la presencia de consumidores aztecas en gran parte de los
comercios texanos.
Como parte de la festividad y jolgorio, el
alcalde de Matamoros y el Mayor de Brownsville coincidían a mitad del puente
nuevo internacional para fundirse en un abrazo supuestamente fraternal, tal y
como ocurre hoy en día con las Fiestas Mexicanas y el Charro Days.
Sin embargo, lo que fue ayer ya no es hoy.
Las circunstancias políticas, sociales y económicas en nada se parecen a las
que prevalecieron hace ya varias décadas y que dieron origen a esa tradición.
De entrada, en nada, pero en nada se
asemeja la actual política migratoria del país más poderoso del planeta a la
normatividad de antaño.
Peor aún, endurecida como consecuencia del
ataque a las Torres Gemelas en la isla de Manhattan, allá en el estado de Nueva
York.
Las deportaciones masivas y el mal trato a
los connacionales cuyo único delito es buscar un mejor nivel de vida a través
de un trabajo honrado son factores que, quiérase o no, empañan la buena
relación entre México y los Estados Unidos.
Son asuntos de política que nada tienen que
ver con el vínculo entre los habitantes de las dos ciudades fronterizas, dirán
por ahí. No obstante, no se puede hablar de hermandad y fraternidad desde las
representaciones de cargos públicos como lo son el Alcalde y el Mayor en ambos
lados de la frontera.
Además, no es fácil pasar por alto el baño
de sangre azteca, como consecuencia de la adicción yanqui, en donde mucho
tienen que ver las armas de fabricación estadounidense pasadas a territorio
mexicano con el aval del programa gringo “rápido y furioso”.
Si al menos la autoridad mexicana aprovechara
ese foro de carácter internacional para hacer notar el verdadero sentir de los
ciudadanos mexicanos, de algo valdría la pena esa comedia que pretende
representar la hermandad y fraternidad, de origen meramente comercial.
Cuestión de recordar cómo apenas el año
pasado, justo en el momento del tradicional abrazo en la inmediación del puente
nuevo internacional, por el carril de regreso a México, un numeroso grupo de
indocumentados “engalanaba”, así entre comillas, la supuesta buena relación
bilateral entre México y la Unión Americana.
Los más de 60 mil muertos oficiales en el
actual sexenio que ha arrojado la guerra calderonista en contra de los cárteles
de la droga, los miles de secuestros, el avance del crimen organizado en las
esferas del poder, la contracción de la economía como efecto colateral de la
inseguridad, el imparable tráfico de armas y una serie de etcéteras son motivos
más que suficientes para justificar un severo pronunciamiento en el marco
internacional de las Fiestas Mexicanas y el Charro Days.
Claro está que lo anterior es como pedirle
peras al olmo, dado el costo político que representaría brincarse el protocolo
oficial. Sin embargo, de lo que no queda ninguna duda es que a medida que se
cierra la pinza y la situación se convierta en insostenible, habrá de aflorar
el nacionalismo.
Y hasta la próxima.
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