Escenarios,,,miguel de la rosa
No,
no es Isabel la Católica, aquella reina española de quien supimos en la
primaria por nuestros maestros que ayudó al genovés, Cristóbal Colón, dándole
sus joyas para que las vendiera y así pagara su viaje al nuevo continente.
Tampoco es la escritora nacida en
Lima, Perú porque su papá era embajador en ese país, pero considerada chilena,
hija de un primo hermano del primer hombre de ideología socialista que llegó a
la presidencia de Chile por la vía electoral en el continente americano.
Menos la bellísima actriz italiana
Isabela, hija de la hermosa artista estadunidense del celuloide, Ingrid Bergman
y de Roberto Rossellini.
Ni es ninguna de las reinas de Inglaterra
de amplio, consuetudinario y genético linaje.
No. Esta Isabel se apellida Miranda
y usa con frecuencia también el apellido
Wallace, que corresponde al esposo.
Esta honrosa dama sufrió una fuerte
agresión hace ya varios años que conmocionó a la sociedad mexicana: el
secuestro de uno de sus hijos.
El viacrucis que vivió después la
señora Miranda de Wallace, la convirtieron en un icono social. Fue reconocida y
admiraba por la gente que vio en ella el ejemplo de reciedumbre y coraje.
Insisto, es una verdadera luchadora de
causas justas y de empuje inconmensurable, porque cuando acudió a la autoridad
judicial a denunciar el caso de su hijo y vio y sintió que nadie le hacía caso,
ella misma fue tras los victimarios.
Después de su aparición en los medios de
comunicación, nos acostumbramos a ver en los anuncios panorámicos del Distrito
Federal, desde el Viaducto Piedad, las calles más transitadas y el mismo
Periférico, los rostros de los malhechores con la respectivas recompensas
ofrecidas y los teléfonos a lo que habría que hablar y con las palabras: se
buscan.
Y si, la señora de Wallace inició una
persecución contra los secuestradores, digna del detective de la talla del
personaje de Arthur Conan Doyle: el mismísimo Sherlock Holmes. Y si, su testarudez
para investigar a los responsables del secuestro hasta dar con ellos, nos
afianzó las dudas hacia la eficacia y honradez de la autoridad judicial.
A doña Isabel no le importaron amenazas
de los secuestradores ni de los policías coludidos entre el marasmo de la
ineptitud y la corrupción.
No hubo barreras ni avatares que le
hicieran desistir. Como leona herida de muerte, fue tras los agresores.
Subrepticiamente los fue cazando, los persiguió y finalmente, los atrapó y
llevó ante las autoridades que no daban crédito a lo que una sola persona, del
sexo femenino, madre de familia, esposa e hija pudo hacer por ella misma.
Nadie duda que el amor que le profesó a
su hijo, la sublimara. Todos nos imaginamos que su dolor por la muerte de su
querido hijo, la orilló a buscar a quienes la ofendieron y cambiaron su vida
para siempre.
Ya con responsables tras las rejas, doña
Isabel fundo una asociación civil de carácter no lucrativo que denominó: “Alto
al secuestro”. Desde ahí, junto con Alejandro Martí, quien también fue víctima
del secuestro y asesinato de su hijo, promovieron encuentros con la plana mayor
de la política nacional, incluido el presidente de la república.
Recuerdo que en la XXX reunión del
Consejo Nacional de Seguridad Pública tuvo un altercado con el Jefe de Gobierno
del DF, quien le solicitó que al usar las estadísticas sobre los secuestros, se
usaran como mucha responsabilidad.
Al parecer, la postura de Ebrad no le
gustó a la señora porque a la primera invitación de, según ella, le hizo
Gustavo Madero, presidente nacional del PAN, aceptó de muy buena gana, ser la
abanderada de este partido, a la Jefatura de Gobierno de DF. Y bueno, argumenta
ser la candidata de la ciudadanía. Eso está por verse.
La señora Miranda tiene todo el derecho
de ser candidata a lo que quiera, por donde quiera y por el partido que quiera,
solo que olvida y con panistas también, que la política es una ciencia difícil,
que lleva años el aprender a tomar decisiones y que para ser menos dañino para
la sociedad, implica tomar en cuenta la experiencia acumulada.
Nadie duda que gane, pero si se llegara a
sentar en la silla de Marcelo, me surge una pregunta. ¿Contra qué comparará o
cuáles serán las inferencias prácticas cuando tenga la necesidad de tomar una
decisión si nunca en su vida ha estado inmersa en la cosa pública?
Y claro que la curva del aprendizaje es
larga y costosa en cualquier disciplina, pero la tardanza nos puede y nos va a
costar mucho dinero y desgaste social para todos los mexicanos.
No hay que olvidar que la política tiene
valores universales que nunca han cambiado a lo largo de la historia. Vuelvo a
preguntar; ¿Los sabrá la señora de Wallace? ¿Conocerá los códigos de conducta
que se dan, sin estar escritos, entre los políticos del DF del país y del
mundo?
La tentación de los reflectores es
inmensa. La fama es, piensan los políticos, inherente a los cargos públicos de
alto relieve, pero ajustarse a ellos es lo difícil.
Los límites nos sirven para saber hasta
dónde podemos estirar la liga sin que se rompa. Creo que no se vale lo que el
PAN y Madero y quien sabe quien más, pero me lo imagino, hicieron con ella.
Pronto entrará a un mundo desconocido, sin valores y muy desgastante. Y lo más
grave, va a la guerra sin fusil. Esperemos que no se repita la experiencia de
Juanito y conste, no es cuestión de género.
Ni el DF ni México lo merecen.
omnisciencia
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