H, Matamoros, Tamaulipas:

Andrés llamó a Marcelo

Escenarios,,,

por miguel de la rosa‏

Andrés llegó a su oficina antes que sus colaboradores en su tsuru blanco. Lo frío de las paredes le hizo temblar. Se frotó las manos y con pasos lentos se dirigió a la única ventana de su oficina de la vieja casona que rentaron. Con la manga de su traje café claro limpió el vapor condesado que le impedía ver hacia fuera y se quedó impávido. La costumbre de levantarse temprano la adquirió de su padre, que desde pequeño le enseñó a cooperar, junto con sus otros 6 hermanos, para que el comercio que les daba para comer fuera atendido por la familia.

El pensamiento de Andrés estaba fijo en el día que se dieran a conocer los resultados de las encuestas que, de común acuerdo, él y Marcelo habían establecido para determinar al candidato de la izquierda. Sabiéndose a solas, sonrió al recordar que tuvo que ceder ante la propuesta de su adversario. En el fondo, sabía que la idea de las encuestas no era de Marcelo, sino de Manuel, ese hombre inteligente que rompió con Carlos, su acérrimo enemigo, el mismo día que supo no sería el escogido para ser el próximo candidato a presidente de México.

Con la mirada sostenida en el enorme árbol situado a la mitad del jardín, permitió que se le viniera a la mente cuando invitó a Marcelo a su proyecto. “Ahora es cuando me convenceré si hice bien o hice mal en invitarlo a ser Secretario de Seguridad Pública de la ciudad cuando me tocó ser jefe de gobierno”, pensó. En ese momento, escuchó ruidos en la oficina contigua a la suya y se asomó para pedir el primer café del día.

Sentado en el sofá de la pequeña sala dentro de su misma oficina, comenzó a leer la síntesis periodística que por órdenes de Marcelo, le seguían mandando de la oficina de prensa del gobierno de la ciudad. “No cabe duda, que Marcelo se ha portado bien conmigo. Respetó mi administración a cabalidad sin golpearme a mi salida, le dio oportunidad de trabajar a mis principales colaboradores y sobre todo, apoyó en todo a mi proyecto cubriendo los gastos de mis giras con lo que se requería”.

Leyó la prensa como de costumbre sólo centrando la lectura en los articulistas más leídos. A sus detractores les dio un repaso por encimita para evitar hacer corajes tan de mañana. Al extender su brazo para tomar la tasa con café para darle un sorbo, recordó el ríspido episodio que él y Marcelo vivieron cuando Vicente lo cesó del cargo de secretario de seguridad pública, haciendo uso de las facultades que la constitución le daba, pero sobre todo, como medida para perjudicarlo. “Pobre Vicente, pensó, tan grandote y tan tonto. Sólo me bastó nombrar a Marcelo Secretario de Desarrollo Social para revertir la estratagema de los panistas. Bien dicen que golpe que no destruye, fortalece”.

Aceptó para sí mismo que le inquietaba no estar seguro de la reacción de Marcelo. “Si no entiende o si viene contaminado por su maestro y mentor, Manuel, no vamos a ganar. Es un suicidio llegar a la contienda con la izquierda dividida”, reflexionó.

En la mesa de centro, justo al lado de la tasa de café, vio el documento con el resultado de las encuestas encima del sobre rasgado donde destacaba la palabra confidencial. En ese momento, entró su secretaria para avisarle que Marcelo acababa de entrar a la casona. Tomó un profundo respiro para llevar más oxigeno a su cerebro, guardo el documento dentro del sobre y se puso de pie. Sabía bien que este era el momento exacto donde se definiría para él, poder convertirse en él Lula de México. “Ya no hay mañana si Marcelo no acepta los resultados”, pensó. Una pregunta repiqueteaba en su mente: ¿Me habré equivocado?

La entrada del jefe de gobierno a su oficina le dio un respiro y más cuando recibió el abrazo efusivo. Esto lo tranquilizó. Al separarse del estrujón, reconoció que el traje azul marino con la corbata amarilla y la altura de Marcelo, le daba cierto carisma que él no tenía. Sin embargo, el contenido del documento que estaban en la mesa de centro, le decía lo contrario: no solo la militancia de su partido, sino hasta la población abierta lo prefería a él y no a su adversario.

Sin preámbulos, cada uno se entregó el resultado de las encuestas que mandaron hacer con diferentes empresas. Andrés sabía el resultado de ambas, por su enorme ventaja que reflejó su casa encuestadora. Ellos mismos le dijeron que era imposible que en la otra encuesta, Marcelo saliera arriba.

Ganaste Andrés, le dijo directamente Marcelo. Saliste arriba en las dos encuestas y yo acepto los resultados y así lo haré saber a los medios de comunicación. Creo que debo quedarme al frente del gobierno de la ciudad para desde ahí, cuidar los votos de la izquierda y tener más posibilidades de ganar. Te felicito y vamos a lo que sigue.

Andrés se quedó en silencio por unos segundos y enseguida le espetó: eres un gran político y un hombre de ley. Eso te hará crecer aún más. Te agradezco que me cedas la posibilidad de volver a contender. Yo ya envejecí y a ti te queda mucho tiempo por delante. Créeme, que valoro tu postura y como dices, vamos a lo que sigue.

Al salir de la casona y dirigirse al recinto donde se darían a conocer los resultados, Andrés pensó para sí: “no me equivoqué con Marcelo y vaya que en esta vaina, abundan las equivocaciones”.

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Editores periodico frontera

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